Page 116 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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      αρετή, héroe  que  bajo  el  yugo  de  un  amo  malvado  y  el  ceño  de
      dioses  malignos  lucha  por  llevar  a  cabo  grandes  hazañas  y  conseguir
      que  la  tierra  sea  habitable  para  los  hombres.  No  estoy  seguro  de  que
      esto  pueda  llamarse  χαραχάραξις, pero  en  el  fondo  hay  un  cambio
      de  estimación  moral.  Es  más  bien  una  exaltación  del  χαρακτήρ  exis­
      tente,  con  una  enérgica  expurgación  del  material  de  la  leyenda.



         Wilamowitz  consideraba  probable,  aunque  no,  claro  está,  seguro,
      que  Sófocles  hubiera  visto  el  Heracles  de  Eurípides  y  luego  escribiera
      Las  Traquinias.  Las  investigaciones  hechas  por  Earp  tienden  a  invertir
      la  cronología;  pero,  sean  cuales  fueren  las  fechas,  la  relación  entre
      los  dos  poetas  es  casi  exactamente  la  contraria  en  estas  dos  obras
      que  en  las  dos  Electras,  y  en  rigor  que  la  que  suelen  presentar  sus
      demás  escritos.  En  ellas,  Sófocles  desarrolla  la  historia  de  Orestes  al
      estilo  heroico  u  homérico;  Eurípides  la  reduce  a  dioses  falsos  y  a
      psicología  morbosa.  En  las  tragedias  que  ahora  nos  ocupan,  Eurípides
      ha  tomado  la  figura  heroica  tradicional,  ha  depurado  su  lado  más
      basto  y  ha  idealizado  el  más  elevado;  y  también  — cosa  bastante
      curiosa—   ha  hecho  que  el  protagonista  mate  a  su  mujer  sin  decimos
      una  palabra  sobre  el  punto  de  vista  de  ésta.  Sófocles  ha  tomado  la
      misma  figura  heroica,  admitida  como aptatoç  άνδρών por  ciertos  raseros
      tradicionales,  pero  ha  recalcado  el  profundo  salvajismo  y  brutalidad
      de  dichos  raseros  y  — lo  más  sorprendente  de  todo—   nos  ha  presen­
      tado  toda  la  penosa  historia  vista  por  los  ojos  de  una  mujer,  proba­
      blemente  la  que  más  sufrió.  No  cabe  duda  de  que  ha  borrado  y
      reacuñado  la  moneda  en  curso.
         Veamos  primero  las  partes  que  nos  interesan  de  la  leyenda  d e
      Heracles  en  la  forma  más  canónica  que  nos  sea  dado  encontrar,  para
      luego  examinar  el  intento  que  hace  Sófocles  de  alterar  el  cuño  q u e
      lleva.  Lo  mejor  sería,  claro  está,  encontrar  el  logos  tal  como  estaba
      en  tiempos  del  propio  Sófocles,  antes  de  que  él  lo  tratara,  pero  como
      tal  cosa  llevaría  consigo  no  poca  especulación  insegura  acerca  de  los
      “pasajes  sospechosos”   de  Homero  y  de  fragmentos  de  Hesiodo,  Ar-
      quíloco,  Paniasis  y  Baquílides,  habremos  de  contentarnos  con  la  ver­
      sión  que  da  Apolodoro,  versión  que  está  profundamente  influida  por
      la  obra  de  Sófocles,  pero  que,  no  obstante,  conserva  en  términos
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