Page 118 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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122           GRECIA  CLÁSICA  Y  MUNDO  MODERNO

         Más  adelante  leemos :  ‘‘Al  llegar  a  Traquina  formó  un  ejército
      contra  Ecalia  a  fin  de  castigar  a  Eurito.”  Tomó  la  ciudad,  la  entregó
      al  pillaje  y  se  llevó  prisionera  a  Yola.  Decidió  levantar  un  altar  a
      Zeus  en  el  promontorio  Keneon  y  “ mandó  al  heraldo  Licas  a  Tra­
      quina  a  que  le  trajera  atavíos  de  fiesta.  Por  él  supo  Deyanira  de
      Yola,  y  creyendo  que  la  sangre  de  Neso  era  realmente  un  filtro
      de  amor,  untó  la  túnica  con  ella” .  El  resto  es  una  abreviación  directa
      de  la  tragedia.  Resultó  que  la  túnica  estaba  impregnada  de  un  veneno
      abrasador.  Heracles  arrojó  a  Licas  al  mar.  Deyanira  se  suicidó.  Hera­
      cles  ordenó  a  su  hijo  Hilo  que  tomara  a  Yola  por  esposa.  Luego,  con
      una  leve  diferencia :

         “ Subió  al  monte  Eta,  levantó  una  pira,  se  tendió  sobre  ella  y
      ordenó  que  le  prendieran  fuego.  Nadie  quería  hacer  tal  cosa  hasta
      que  Peán,  padre  de  Filoctetes,  que  pasaba  en  busca  de  unas  ovejas
      descamadas,  consintió  en  hacerlo.  A   él  legó  Heracles  su  arco  y  sus
      flechas.  Se  dice  que  al  arder  la  pira  se  formó  una  nube  espesa  acom­
      pañada  de  truenos  que  lo  transportó  al  cielo.  Allí  recibió  el  don  de
      la  inmortalidad,  se  reconcilió  con  Hera  y  se  desposó  con  su  hija  Hebe
      (Juventud).”
         Esto  por  lo  que  atañe  a  la  leyenda  escueta.  Lo  que  mejor  da  idea
      del  modo  de  tratarla  Sófocles  en  Las  Traquinias  es  el  pasaje  lírico
      505-25  en  que  se  describe  la  batalla  reñida  entre  Aqueloo  y  Heracles
      por  ganar  a  Deyanira,  premio  suave  y  azorado  por  el  que  luchan
      seres  monstruosos,  enloquecidos  por  la  lascivia.
         “ Cuando  a  ésta  la  pretendían  por  esposa,  ¿qué  brazos  fornidos
      se  extendieron  para  conseguirla?  ¿Qué  seres  pasaron  por  la  prueba
      de  la  batalla,  a  los  golpes  y  en  el  polvo  cegador  del  combate?  Era
      uno  la  fuerza  de  un  río,  altos  cuernos  y  pezuñas  demoledoras,  y  la
      aparición  de  un  toro,  el  Aqueloo  de  los  Eníadas;  era  el  otro  el  en­
      gendrado  por  Zeus  de  la  báquica  Tebas,  que  maneja  un  curvo  arco,
      una  lanza  y  una  maza  que  hiende  el  aire;  en  choque  violento  se
      encuentran  ávidos  de  esposa  y  sólo  estaba  cercana  Cipria  reclinada
      sosteniendo  sobre  ellos  su  varita  mágica.”
         “ Golpes  de  puños  y  silbido  de  flechas  y  confuso  chocar  de  cuer­
      nos  de  toro;  forcejeo  cuerpo  a  cuerpo  y  golpes  mortales  de  frente
      contra  frente,  y  los  gemidos  de  ambos,  y  en  tanto  una  muchacha
      tierna  y  dulce  sentada  en  la  ladera  de  una  colina  lejana  aguardando
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