Page 123 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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HERACLES
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Licas. "¿D e dónde ha traído esta túnica? ¿Qué es?” Cuando el
heraldo responde tartamudeando, Heracles tiene un espasmo de dolor,
e inmediatamente coge a Licas por un pie, lo voltea sobre la cabeza
y lo arroja sobre las rocas, saltándole la tapa de los sesos. Un grito
sale de la multitud, pero nadie se atreve a acercarse a Heracles, que
da saltos y se tira contra el suelo gritando y lanzando imprecaciones
que hacen resonar a las rocas, άμφί δ’ εκτόποον πέτραι [ Λοκρών τ ’ όρειοι
χρώνες Εύβοιας τ ’ ακραι.
Maldecía sobre todo a su mujer. Por último, pidió a Hilo que lo
pusiera en un féretro y lo transportara a Traquina. Hasta aquí, el
relato de Hilo.
Deyanira ha escuchado; ahora ya lo sabe todo. Nada hay que
decir, y ahora ya nada importa. Sin pronunciar palabra entra arras
trándose en la casa, con el eco de la maldición de su hijo a sus
espaldas. Poco después sabemos la manera en que ha muerto, como
debe morir la esposa de un héroe, clavándose sin desmayo una espada
en el corazón.
Luego vemos acercarse un extraño cortejo, ξένων γάρ έξο'ριλος ήδ®
τις βάσις, que más conviene a un τέρας que a un hombre de verdad,
y Heracles, del que tanto hemos oído hablar, pero al que nunca
hemos visto, es transportado dormido. ¿Lo conoceremos ahora mejor?
¿Hay en realidad alguna grandeza, alguna generosidad detrás del
apetito voraz y de la furia que es todo lo que los demás han visto
en él? ¿Hay algo en el Hijo de Zeus, en el ¿φιστος ανδρών cuyo
carácter divino podamos apreciar cuando nos acerquemos a su per
sona? Todo lo contrario ; visto de cerca es más horrible todavía.
En cuanto se despierta es todo furor y maldiciones contra su dolor,
contra sus espantados portadores y, sobre todo, contra Deyanira.
Está imposibilitado de moverse, pero le grita a Hilo: " T r a e a tu
madre y ponía en mis manos. Que vea yo qué vista te apena más,
si este dolor mío o su belleza mutilada, destrozada miembro a m iem
bro como se merece” 14, Se maldice por llorar ; antes no había llorado
nunca. Repasa en la memoria todos los trabajos y los triunfos que
logró cuando era fuerte; ahora ya no es nada. Sólo le quedan fuerzas
para habérselas con esa mujer. Pero | si se la pusieran en las manos !
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