Page 123 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
P. 123

HERACLES
                                                               1 2 7
      Licas.  "¿D e  dónde  ha  traído  esta  túnica?  ¿Qué  es?”  Cuando  el
      heraldo  responde  tartamudeando,  Heracles  tiene  un  espasmo  de  dolor,
      e  inmediatamente  coge  a  Licas  por  un  pie,  lo  voltea  sobre  la  cabeza
      y  lo  arroja  sobre  las  rocas,  saltándole  la  tapa  de  los  sesos.  Un  grito
      sale  de  la  multitud,  pero  nadie  se  atreve  a  acercarse  a  Heracles,  que
      da  saltos  y  se  tira  contra  el  suelo  gritando  y  lanzando  imprecaciones
      que  hacen  resonar  a  las  rocas,  άμφί  δ’  εκτόποον  πέτραι  [  Λοκρών  τ ’  όρειοι
      χρώνες  Εύβοιας  τ ’  ακραι.
         Maldecía  sobre  todo  a  su  mujer.  Por  último,  pidió  a  Hilo  que  lo
      pusiera  en  un  féretro  y  lo  transportara  a  Traquina.  Hasta  aquí,  el
      relato  de  Hilo.
         Deyanira  ha  escuchado;  ahora  ya  lo  sabe  todo.  Nada  hay  que
      decir,  y  ahora  ya  nada  importa.  Sin  pronunciar  palabra  entra  arras­
      trándose  en  la  casa,  con  el  eco  de  la  maldición  de  su  hijo  a  sus
      espaldas.  Poco  después  sabemos  la  manera  en  que  ha  muerto,  como
      debe  morir  la  esposa  de  un  héroe,  clavándose  sin  desmayo  una  espada
      en  el  corazón.
         Luego  vemos  acercarse  un  extraño  cortejo,  ξένων  γάρ  έξο'ριλος  ήδ®
      τις  βάσις,  que  más  conviene  a  un  τέρας  que  a  un  hombre  de  verdad,
      y  Heracles,  del  que  tanto  hemos  oído  hablar,  pero  al  que  nunca
      hemos  visto,  es  transportado  dormido.  ¿Lo  conoceremos  ahora  mejor?
      ¿Hay  en  realidad  alguna  grandeza,  alguna  generosidad  detrás  del
      apetito  voraz  y  de  la  furia  que  es  todo  lo  que  los  demás  han   visto
      en  él?  ¿Hay  algo  en  el  Hijo  de  Zeus,  en  el  ¿φιστος  ανδρών  cuyo
      carácter  divino  podamos  apreciar  cuando  nos  acerquemos  a  su  per­
      sona?  Todo  lo  contrario ;  visto  de  cerca  es  más  horrible  todavía.
      En  cuanto  se  despierta  es  todo  furor  y  maldiciones  contra  su  dolor,
      contra  sus  espantados  portadores  y,  sobre  todo,  contra  Deyanira.
      Está  imposibilitado  de  moverse,  pero  le  grita  a  Hilo:  " T r a e   a  tu
      madre  y  ponía  en  mis  manos.  Que  vea  yo  qué  vista  te  apena  más,
      si  este  dolor  mío  o  su  belleza  mutilada,  destrozada  miembro  a  m iem ­
      bro  como  se  merece”  14,  Se  maldice  por  llorar ;  antes  no  había  llorado
      nunca.  Repasa  en  la  memoria  todos  los  trabajos  y  los  triunfos  que
      logró  cuando  era  fuerte;  ahora  ya  no  es  nada.  Sólo  le  quedan  fuerzas
      para  habérselas  con  esa  mujer.  Pero  | si  se  la  pusieran  en  las  manos !


        14  1.069.
   118   119   120   121   122   123   124   125   126   127   128