Page 124 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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      Es  interesante  notar  que  Cicerón,  que  traduce  este  discurso  en  las
      Tusculanas,  expurga  discretamente  estos  arrebatos  de  crueldad  15.
         Con  grandes  dificultades  consigue  Hilo  que  el  enfurecido  Hera­
      cles  le  escuche,  y  le  refiere  los  hechos,  le  dice  que  Deyanira  sabe  de
      Yola,  el  error  que  ha  cometido  con  el  filtro  y  su  muerte.  Pues  bien,
      ¿mostrará  Heracles  al  menos  ahora  algo  de  compasión,  de  compun­
      ción?  N i  en  lo  más  mínimo.  Resulta  casi  increíble,  pero  no  dice  ni
      palabra  de  Deyanira,  ni  al  parecer  le  dedica  un  solo  recuerdo.  En
      cuanto  se  entera  de  que  el  veneno  procede  de  Neso,  se  da  cuenta
      de  que  su  muerte  es  inminente  recordando  un  oráculo  que  dijo  que  no
      lo  mataría  "ningún  hombre  en  vida” .  Ahora  le  da  la  muerte  el  acto
      de  uno  que  murió  hace  mucho  tiempo.  Se  dirige  a  Hilo  dándole
      dos  órdenes  monstruosas :  “ Primero,  pónme  sobre  una  pira  y  qué­
      mame  hasta  que  muera.  Segundo,  despósate  con  Yola.”   Hilo  se  rebela
      en  todo  su  ser  contra  una  y  otra  orden,  pero  al  momento  responde
      Heracles  con  sus  perpetuas  maldiciones,  e  Hilo  cede,  aunque  se
      niega  a  tocar  la  pira  con  sus  propias  manos.  Así  sea.  “ Levantadlo,
      cortejo” ,  dice  Hilo  en  el  discurso  final  de  la  tragedia,  "concededme
      un  generoso  perdón,  y  notad  en  los  dioses  una  gran  crueldad  en  todo
      lo  que  está  ocurriendo.  Nos  engendran,  se  llaman  nuestros  padres,
      y  ven  impasibles  agonías  como  ésta.  Nadie  sabe  lo  que  será,  pero  lo
      que  es  está  lleno  de  piedad  por  el  hombre  y  de  vergüenza  para  los
      dioses;  y  dolor  sin  igual  para  el  que  aún  vive  y  ha  de  soportar  la
      carga  de  esta  ciega  injusticia.”  (Creo  que  se  refiere  a  sí  mismo.)  El
      coro  le  sigue  con  una  última  palabra  a  Yola,  todavía  silenciosa:  “ Tú
      también,  niña,  ven  y  no  permanezcas  fuera  de  casa;  tú  que  has
      presenciado  muertes  tan  terribles  y  extrañas  y  has  visto  heridas  tantas
      y  de  tan  peregrina  angustia.  Y   en  todo  esto  nadie  interviene  que  no
      sea  Zeus.”
         ¿Qué  quiere  decir  esto?  se  pregunta  uno,  ¿Es  esto  Sófocles  el
      εύκολος, que  por  lo  común  suele  contraponerse  a  los  demás  trágicos
      presentándolo  como  el  artista  suave  y  satisfecho  al  que  no  turban
      las  interrogantes  del  intelecto  rebelde?  ¿Se  ha  hecho  alguna  vez  una
      pintura  más  extrema  y  acerba  de  la  faceta  más  vieja  y  penosa  de
      la  causa  de  la  mujer,  no  de  la  mujer  superior  o  intelectual  o  avan­
      zada,  sino  de  la  que  es  femenina  en  último  grado,  tierna,  casta,  de­


         15  Tuse.  II,  8,  9,
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