Page 120 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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      en  su  tormento,  clama  εκ  προσέδρου  λιγνύος,  visto  borrosamente  "por
      entre  el  humo  que  lo  envolvía” .
         En  tercer  lugar,  Heracles  representaba  la  liberación  del  horror  más
      patente;  pero  ¿era  realmente  una  liberación?  ¿O  no  era  otra  cosa  que
      monstruo  contra  monstruo,  ambos  debatiéndose  en  la  concupiscencia,
      ίέμενοι  λεχέων,  por  una  prenda  demasiado  suave  e  inocente  para  ellos?
      Deyanira  se  ha  desposado  con  su  héroe,  pero  desde  entonces,  como
      explica  al  coro,  no  ha  tenido  ni  un  día  ni  una  noche  libres  de  zo-
      zobra 10.
         Se  refiere  esto  a  sus  días  felices,  antes  de  que  empiece  la  tragedia.
      Para  la  época  siguiente  hemos  de  seguir  el  esquema  del  argumento
      y  ver  en  qué  puntos  ha  hecho  hincapié  Sófocles.
         Heracles  ha  estado  perdido  durante  un  año  y  tres  meses.  Un
      mensajero  trae  noticias  de  que  está  a  salvo  y  de  su  gran  victoria.
      La  casa  prorrumpe  en  un  peán  de  triunfo,  en  medio  del  cual  llega  el
      heraldo,  Licas,  precediendo  a  un  grupo  de  mujeres  traspasadas  de
      dolor.  Heracles  ha  saqueado  la  ciudad  de  Eurito  y  se  ha  llevado
      cautivas  a  estas  mujeres.  "Éstas...” ,  dice  Deyanira,  “ por  el  amor  del
      cielo  ¿quiénes  son?  ¡Dan  pena!”  Y   ahí  están,  presentes  en  todo  su
      sufrimiento  ante  nuestra  vista,  mientras  Licas  refiere  lo  sucedido.  Al
      parecer,  hace  más  de  un  año  que  Heracles  fue  a  estar  con  Eurito;
      había  cruzado  con  éste  palabras  violentas  y  al  fin,  habiéndose  embo­
      rrachado,  lo  habían  arrojado  de  casa.  Para  vengarse  esperó  a  que  se
      presentara  una  ocasión,  y  traidoramente  asesinó  al  hijo  de  Eurito,
      Ifito.  Como  no  fue  una  lucha  leal,  sino  “ matar  con  alevosía",  Zeus
      se  enojó  con  Heracles  y  lo  condenó  a  rendir  servidumbre  durante  un
      año  a  una  reina  bárbara.  No  pudiendo  vengarse  en  Zeus,  Heracles
      juró  hacerlo  en  la  persona  de  Eurito  (cuya  única  falta  era  la  de
      que  Heracles  había  asesinado  a  su  hijo),  y  cumplido  el  año  mató  a
      Eurito  y  destruyó  toda  su  ciudad.
         ¿Es  esto  simplemente  la  historia  bárbara  de  una  edad  ruda...  o
      se  trata  de  algo  bastante  distinto?  Dicho  de  otro  modo:  ¿recalca
      Sófocles  el  horror  de  lo  ocurrido,  o  no  hace  más  que  aceptarlo  como
      cosa  natural?  La  contestación  no  es  difícil.  En  primer  lugar,  durante
      toda  la  escena  ha  tenido  presente  ante  nuestra  vista  la  miserable  co­
      mitiva  de  prisioneras,  cosa  que  ningún  dramaturgo  haría  si  no  qui-


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