Page 141 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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TRAGEDIAS DE EURIPIDES DE 415 A, J. C,
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a las del hijo de Tetis. Y cabría suponer que lo que temían era la
muerte si no fuera que ex hypothesi eran inmortales.
Ahora bien : la mayoría de estos hijos malditos son más o menos
simpáticos ; quiero decir que nuestras simpatías están con ellos y no
con el tirano a quien destruyen. En conjunto estamos al lado de
Cronos contra Urano, de Edipo contra Layo; no cabe duda que
estamos con Perseo y en contra de Acrisio y que no lo sentimos
mucho cuando este último es muerto. En muchos casos, los niños no
son portadores de un verdadero anatema. El caso de Edipo es distinto.
Él sí lleva la maldición sobre su propio pueblo y sobre sí mismo, y
el ambiente de maldición, la sensación de tinieblas y horror empapa
toda su leyenda, por lo menos en las versiones que han llegado hasta
nosotros. Pero en esta obra Alejandro parece haber sido tratado de
un modo peculiar. Es el hijo maldito, condenado a sembrar la ruina
en todo el país, pero al propio tiempo posee todos los atributos del
hijo portador de bendiciones, de lo joven, lo puro y lo victorioso.
El destructor se presenta con toda la traza y las características del
salvador. Y así, en el Alejandro como en Las troyanas se da una
paracharaxis de los valores obvios del mundo : lo que se presenta
como merced de los dioses no es tal merced, el que parece ser el
salvador es el que destruye, y después de todas las inesperadas vici'
situdes de buena fortuna y de los generosos esfuerzos de Príamo,
el aparente “ final feliz” se traduce en dejar a Troya condenada a la
destrucción.
La idea general de la segunda obra de la Tetralogía, el Palamedes,
se desprende claramente de las referencias y citas. Palamedes, el hom
bre de los παλάμαι, o inventos, tiene una curiosa carrera en la leyenda
griega. En parte es una especie de superfluo Prometeo, que inventó el
arte de escribir o al menos partes de él, pesos y medidas, pessoi (dados)
y otros juegos; en conjunto se le atribuyen los inventos menores que
Prometeo no se adjudica. Destaca más aún como un Ulises superfluo.
Como tal no tiene lugar en la Ilíada ni en la Odisea, donde es per
sonaje simpático, pero en la Cypria es el virtuoso rival del desapren
sivo Ulises, y es asesinado por éste y por Diomedes. Pasa a ser un
personaje favorito en obras tardías de sello romántico, como las de
Dares y Dictis, en que a veces es comandante en jefe de los ejércitos