Page 145 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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TRAGEDIAS  DE  EURÍPIDES  DE  415  A.  }.  C.  149

      los  troyanos  quedan  ahora  bajo  un  anatema.  La  guerra  con tin u ará;
      el  desenlace  será  lo  que  los  hombres  llaman  victoria  para  una  parte
      y  derrota  para  la  otra.  En  ambos  bandos,  los  hombres  p on en   su  es­
      fuerzo  máximo,  y  el  resultado  es  la  consumación  del  anatema  sobre
      unos  y  otros.
         Antes  de  examinar  el  mensaje  concreto  de  las  Troyanas,  única
      obra  de  esta  tetralogía  que  nos  ha  llegado  completa,  vale  la  pena
      lanzar  una  breve  ojeada  al  drama  satírico  con  que  la  tetralogía  daba
      fin.  No  hay  forzosamente  violencia  en  tal  final,  pues  la  desilusión
      puede  ser  lo  mismo  ridicula  que  trágica.  Dicha  obra  se  titula  Sísifo,
      y  el  nombre  implica  la  especie  de  tema  que  se  acomodaría  bien  a  las
      tres  tragedias.  Las  hazañas  del  archiembaucador  ilustran  bien  la  bur­
      lona  injusticia  del  mundo.  El  único  fragmento  que  ha  sobrevivido  va
      dirigido  a  Heracles :

            Hijo  de  Alcmena,  el  más  noble de  los  humanos,
            Es  para  mí  motivo  de  júbilo  verte  a  salvo
            Y  muerto  al  sanguinario  asesino.

         Creo  que  la  indicación  basta.  No  conozco  más  que  una  parte  de
      la  leyenda  de  Sísifo  que  reúna  a  éste  y  a  Heracles  después  de  la
      muerte  de  un  “ sanguinario  asesino” .  Cuando  Euristeo  envió  a  Hera­
      cles  a  quitarle al  tirano  tracio  Licurgo los  caballos  que  éste  alimen­
      taba con  carne  humana,  Heracles  mató a  Licurgo,  domó  los  caballos
      encabritados  y  ya  estaba  regresando  triunfante  a  Argos  cuando  por
      desgracia  se  encontró  con  Sísifo  ¡ que  se  los  robó !  Esto  casa  con  el
      fragmento  y  responde  al  tono  de  la  tetralogía.
         A   fin  de  dar  idea  de  cuál  es  este  tono,  quizá  debiera  decir  algo
       acerca  de  la  única  obra  que  se  conserva:  las  Troyanas,  N o   preten do  en
      lo  más  mínimo  reproducir  todo  el  sentido  de  las  Troyanas;  ya  h e  tra­
       tado  de  traducirlas.  Lo  único  que  quiero  es  aislar  y  llamar  la  atención
      del  lector  sobre  algunos  elementos  de  la  extraña  y  trágica  concepción
       del  mundo  que  en  la  obra  se  manifiesta.  Sería  ridículo,  desde  luego,
       recoger  las  manifestaciones  que  hacen  distintos  personajes  de  la  obra
       y  atribuirlas  a  Eurípides.  Creo,  sin  embargo,  que  hay  que  admitir
       que  determinadas  cosas  que  se  dicen  en  determinadas  situaciones  ex­
      presan  en  general  la  verdad ;  es  decir,  aquello  que  el  poeta  en  dicha
       determinada  obra  se  propone  presentar  como  verdad.  Por  ejemplo,
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