Page 150 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
P. 150

154           GRECIA  CLÁSICA  Y  MUNDO  MODERNO

      en  Troya  era  alto  quede  abatido;  y  cumpliendo  este  papel  han  alcan­
      zado  un  esplendor  que  será  fuente  de  inspiración  para  poetas  de  todos
      los  tiempos  posteriores.  En  caso  contrario,
                     αφανείς  αν  οντες  oùx  äv  ύμνήθημεν  αν,
                     μοόσαις  άοιδας  δο'ντες  υστέρων  βροχών,
             No  nos  hubiera  cabido  esta  gloria  y  nuestro  mal
             no  hubiera  sido  eterna  música  para  la  posteridad.

         La  visión  le  dura  hasta  el  final.  Primero  comprende  que  todas
      las  oraciones  son  inútiles.  Llega,  en  efecto,  un  momento  en  que  se
      le  escapa  un  grito  de  angustia:  Ίώ  θεοί,  “ ¡Dioses!” ,  pero  inmedia­
      tamente  lo  retira  diciendo:

                      ¿Por  qué  llamo  a  los  Dioses?
                      Ellos  saben  mis  plegarias
                      y  hace  mucho  que  no  las  oyen.

      Ve  cómo  el  incendio  se  levanta  y  va  consumiendo  a  Troya:  entonces
      se  precipita  para  arrojarse  a  las  llamas  y  morir  con  su  ciudad,  pero
     la  cogen  y   la  contienen.  Trata  de  darse  cuenta  de  toda  la  situación,
      en  su  horror  casi  increíble.  “ ¿Los  ve  Zeus,  su  Zeus  del  monte  Ida,
      el  padre mismo de  Troya?”  Sí,  los ve,  pero no  tiene  piedad. Deses­
      peradamente,  en  la  oscuridad  cada vez  más densa, Hécuba  se   arro­
      dilla  y  golpea  la  tierra  con  las  manos  implorando  a  los  que  deben
     tener  piedad,  a  sus  propios  muertos,  a  sus  personas  queridas,  y,  sobre
      todo,  a  Príamo.  Pero  Príamo  no  puede  oírla  ni  puede  ayudarla.  Se
      ha  marchado  lejos  de  la  podredumbre  de  la  guerra:  ha  ido  a  re­
      unirse  con  la  Muerte,  la  Santa.  No  hay  ayuda  posible  en  ninguna
     parte ;  es  inútil  volverse  hacia  otro  lado,  sea  el  que  sea.  Hay  que
     representar  el  papel  hasta  el  final,  hasta  su  postrera  agonía  y  su
     esplendor  supremo.


        Esta  concepción,  nueva,  que  yo  sepa,  en  los  momentos  en  que  esta
     ïragedia  se  representó,  fue  luego  desarrollada  y   perfilada,  pasando  a
     constituir  una  de  las  doctrinas  cardinales  de  los  estoicos.  Dios,  el
     gran  dramaturgo,  entrega  a  cada  uno  de  nosotros  al  nacer  el  texto
     del  papel  que  hemos  de  representar.  El  buen  actor  toma  el  texto,  sea
   145   146   147   148   149   150   151   152   153   154   155