Page 191 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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COMIENZOS  DE  LA  GRAMÁTICA          195


      sino  como  arte  que  hay  que  cultivar.  Si  la  gramática  griega  plena-
      mente  desarrollada  la  encontramos  un  tanto  mecánica,  con  su  estudio
      de  cada  palabra  por  separado,  su  análisis  y  definición  tan  trabajados,
      también  debemos  recordar  que  mientras  tanto  florecía  el  estudio  del
      arte  de  hablar,  que  entendía  el  habla  como  un  todo  orgánico  y  en
      crecimiento,  con  su  propia  αρετή  de  claridad  y  belleza.  Aparte  de  la
      grammatikê,  de  la  gramática  técnica  que  hemos  venido  examinando,
      además  de  la  gramática  más  amplia  o  arte  de  las  letras,  capaz  de  leer
      los  grammata  y  convertirlos  de  rayas  trazadas  en  el  papel  que  ahora
      son  otra  vez  en  las  palabras  vivas  que  fueron  en  su  primera  vida,
      existía  también  la  ρητορική,  el  arte  del  hablar  mismo.
         Los  numerosos  manuales  de  retórica  griega  nos  resultan  hoy  lec­
      tura  fatigosa.  Proceden  de  una  época  falta  de  originalidad.  Tratan
      de  una  materia  que  nos  agrada  poco  o  para  la  cual  tenemos  escasa
      agudeza  de  percepción;  y,  a  mayor  abundamiento,  empiezan  encon­
      trando  ya  un  fuerte  prejuicio  en  el  espíritu  moderno.  Nosotros  aso­
      ciamos  la  retórica  con  el  ornamento  de  oropel,  la  falsedad,  la  exage­
      ración,  la  grandilocuencia  y,  de  hecho,  con  la  mayoría  de  los  parti­
      culares  defectos  que  la  rhêtorikê  griega  se  había  propuesto  eliminar.
      Cometemos  también  el  error,  más  profundo,  de  no  advertir  la  in­
      mensa  utilidad  práctica  de  la  rhêtorikê  en  tiempos  posteriores  de  la
      antigüedad ;  porque,  en  efecto,  hemos  de  percatarnos  de  dos  cosas
      para  comprender  el  sentido  de  la  antigua  rhêtorikê  y  la  enorme  im­
      portancia  que  entrañaba.
         Primero,  una  consideración  estética.  Hemos  de  darnos  cuenta  de
      que  existía  una  sensibilidad  de  oído  y  un  sentido  estilístico  que  ma­
      nifiestamente  desbordan  con  mucho  nuestra  capacidad  moderna.  El
      idioma  chino  aporta  a  este  respecto  un  paralelo.  En  éste  hay,  d e  un
      lado,  en  la  lengua  culta  corriente  cuatro  distintos  tonos  de  voz  y  en
      ocasiones  hasta  ocho,  que  nosotros  los  pobres  diablos  extranjeros  no
      podemos  ni  reproducir  ni  apreciar  como  es  debido,  pero  que  son
      absolutamente  esenciales  para  la  lucidez  y  la  belleza  de  la  buena
      lengua  china.  Y   de  otro  hay  aciertos  de  estilo  que  al  parecer  provo­
      can  el  máximo  entusiasmo  entre  los  expertos,  pero  para  los  cuales
      está  prácticamente  muerta  nuestra  sensibilidad  occidental.  Léanse  las
      Vidas  de  los  sofistas  de  Filóstrato  y  una  y  otra  vez  se  tropezará  con
      la  misma  dificultad  de  comprensión;  multitudes  que  se  agolpan  para
      escuchar  a  un  determinado  sofista  porque  es  capaz  de  pronunciar  el
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