Page 195 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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crisis y por grande que sea la importancia de los intereses económicos
o electorales inmediatos en juego, hay siempre otras consideraciones
más permanentes, consideraciones de prudencia o de honor o de
magnanimidad o acaso de la eterna cuestión de lo justo y lo injusto.
Burke sintetizó este punto de vista en una frase memorable ; “ Casan
mal las almas mezquinas con un gran imperio.” Temo que algunos
de nuestros hombres de negocios políticos se impacienten ante este
hábito del espíritu. Me consta que muchos estadistas y diplomáticos
extranjeros consideran tal costumbre como deplorable cosa de afición
nados. ¿Por qué tiene que ponerse un atareado Ministro de Asuntos
Exteriores a leer a Platón, como Lord Halifax, o incluso a Wordsworth,
como Sid Edward Grey? Y sobre todo ¿con qué derecho mezcla en
su política consideraciones morales? La política es una técnica que
practican los hombres de Estado; la moralidad es otra que practican
o al menos exponen y recomiendan los clérigos. Confundir una y otra
no es más que un truco de la conocida y detestable hipocresía inglesa.
Está muy dentro de lo posible defender el punto de vista de que
una actitud más profesional y menos de aficionado — ¿o habremos de
decir menos “ de señor” , de “ gentleman?— hacia la política resultaría
más eficaz para atender a los intereses del país. “ Vosotros seréis siem
pre estúpidos y nosotros no seremos nunca ’gentlemen’ ” es la frase
que se atribuye a un diplomático alemán. Cabe decir que los hombres
de Estado son los abogados de la nación, y que a los abogados se los
contrata para que se cuiden de los intereses de los clientes, no para
cultivar el altruismo a cuenta de ellos o para conseguirles una recom
pensa én el cielo. Pero hasta la fecha, acertada o equivocadamente,
el pueblo británico no se ha inclinado a ese modo de ver las cosas.
El pueblo británico quiere un líder al que pueda admirar, que sea
capaz de hablarle a su parte mejor, a su valor, su sentido- del honor,
su magnanimidad, sus grandes tradiciones. Le gustan los hombres de
gobierno que hayan bebido en las fuentes eternas. Aun desprovistos
de tales cualidades, creo que el público inglés — sobre todo esa. espina
dorsal de Inglaterra representada por la “ conciencia no conformista” —
prefiere con mucho que a sus líderes políticos no les absorba por com
pleto la política, que tengan otros intereses, que sean deportistas
como Lord Roseberry, jugadores de criquet como los Lytteltons,
ornitólogos como Sir Edward Grey o incluso filósofos como Mr. Bal
four, Cree qU e no ser más que político hace que un hombre se en