Page 198 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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      la  ley,  todos  los  lemas  familiares  a  los  griegos  lo  son  también  para
      nosotros.
         La  Federación  internacional  de  Asociaciones  pro  Sociedad  de  las
      Naciones  celebró  una  vez  su  reunión  anual  en  Gales.  Los  debates
      fueron  amistosos  y  vigorosos ;  y,  al  clausurarse  la  reunión,  el  público
      de  pronto  rompió  a  cantar  entusiásticamente,  rompió  a  cantar  en
      galés.  Un  destacado  político  alemán,  ya  fallecido,  que  asistía  a  los
      actos,  se  agarró  alarmado  al  brazo  de  un  amigo  mío.  Creía  que  había
      estallado  una  sedición  nacionalista  galesa.  "¿Pero  qué  es  lo  que  están
      cantando?” ,  le  preguntó.  Y   la  contestación  fue:  "Pues  el  ’Dios  salve
      al  Rey’  en  galés.”  El  incidente  quizá  ilustre  en  cierta  medida  la  sa-
      biduría  del  arte  británico  de  gobernar,  pero  ilustra  mucho  más  aún
      los  resultados  extraordinariamente  felices  de  una  prolongada  seguridad
      insular.  Nosotros  toleramos  toda  clase  de  antojos  y  excentricidades,
      que  en  países  continentales  se  reprimirían,  y  no  porque  poseamos
      una  especial  dosis  extraordinaria  de  virtud  natural,  sino  porque  en
      nosotros  tales  cosas  no  son  peligrosas;  en  otros  países  sí  lo  son.  Aquí,
      todo  aquel  al  que  le  venga  en  gana  puede  subirse  a  una  silla  en  Hyde
      Park  y  abogar  por  la  abolición  de  la  monarquía  o  por  la  implantación
      de  la  poligamia  o  por  cualquier  otra  causa  que  le  guste;  y  cual­
      quiera  puede  escuchar  o  interrumpir.  Ya  se  cuidará  un  “ policeman”
      de  que  no  se  le  haga  daño  a  nadie.
         Hace  muchos  años  me  enseñó  un  amigo  mío  un  manual  escrito
      en  Rusia  para  uso  de  los  emigrados  rusos  en  Inglaterra,  Una  de  sus
      advertencias  era  que  mientras  estuvieran  en  Inglaterra  no  se  les
      ocurriera  matar  a  ningún  “ policeman” ,  aunque  lo  encontraran  solo.
      El  populacho  se  revolvería  contra  ellos  de  hacer  tal  cosa,  porque  en
      este  país  de  raros  ¡ los  guardias  eran  protectores,  no  enemigos !  Cuando
      los  revolucionarios  rusos  quisieron  librarse  de  la  dictadura  de  los
      zares,  todo  lo  que  fueron  capaces  de  hacer  fue  sustituirla  por  la  “ dic­
      tadura  del  proletariado” .  En  Alemania,  después  de  años  de  lucha
      contra  la  dictadura  del  Kaiser  se  desembocó  al  fin  en  la  dictadura
      de  una  camarilla  de  políticos.  En  cambio,  un  inglés  dice  instintiva-
      mente:  “ Pero  ¿por  qué  dictadura?  ¿Por  qué  no  libertad  y  ley?” .
      Y   acuden  a  la  memoria  ecos  de  la  Grecia  antigua.  “ Sólo  hay  dos
      maneras  de  gobernar  una  ciudad” ,  dice  Platón,  “ por  la  fuerza  o  por
      la  persuasión.  Hace  falta  un  poco  de  una  y  de  otra,  pero  cuanto
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