Page 203 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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de la cual poseemos tan abundantes testimonios de primera mano
en Tucídides y en Aristófanes. Igual que en 1914 o que en 1939,
una rica potencia naval democrática con un imperio marítimo, llena
de interés por todas las formas de vida social, artística e intelectual
se vio enfrentada con una potencia continental militarista y reaccio
naria que había sacrificado la mayor parte de su anterior cultura en
aras de la eficacia sólida en la guerra. A grandes rasgos la semejanza
es evidente y lleva a un parecido en el detalle que a veces es sobre-
cogedor. En una ocasión, por ejemplo, los espartanos, burlado su
bloqueo por el dominio ateniense del mar, decidieron hundir sin
miramientos cualquier barco que encontraran a flote, fuera de la
nacionalidad que fuera6. Es evidente que la “ campaña submarina
sin restricciones” del almirante Tirpitz no fue toda invención suya.
La Guerra del Peloponeso, como se la llama, puso de manifiesto
muchos de los horrores y casi todos los inconvenientes que suelen
darse en tiempos de guerra, pero lo que le da un aire particularmente
familiar para nosotros es la circunstancia de que oigamos hablar de
ella en no menos de once comedias contemporáneas. Aristófanes la
pasó desde el principio hasta el fin y nos hace ver cómo la tomaron
los atenienses: con humorismo en abundancia, al parecer con mucho
refunfuñeo jovial y casi sin odio, o sea en realidad muy al estilo de
la gente de Londres. El propio Aristófanes estaba en contra de la
guerra desde el primer momento: detesta a los agitadores, sean de
donde fueren, pero, naturalmente, a los que más ataca es a los
agitadores atenienses. Hay bromas y chistes constantes sobre varias
penalidades de la guerra, sobre la escasez de comida, sobre las prohi
biciones de comercio que cerraban todos los mercados. El protago
nista de una comedia se las ingenia, gracias a la ayuda divina, para
establecer la paz y la libertad de comercio para él y su familia mien
tras el resto del mundo está en guerra. Recibe a un mercader de
Beocia, aquel país de abundancia y feliz que no ha sido invadido
ni bloqueado, hombre que llega cargado de toda clase de caza :
“ patos, chovas, francolines, negretas, reyezuelos, somorgujos, gansos,
liebres, topos, erizos, comadrejas, tejones, martas, nutrias y — lujo
increíble— anguilas de Copais” 7.
6 Tucíd., II, 67.
7 Acarn., 870 ss., 910 ss.) Avispas, 250 ss.