Page 201 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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no ser digno de ser escuchado. A Platón, el más característico de los
filósofos griegos, no le agrada nunca afirmar su propia doctrina sin
procurar primero comprender el punto de vista que considera falso5.
En los asuntos públicos parece manifestarse un espíritu de la
misma especie. Cuando vemos la frecuencia con que en Inglaterra los
adversarios políticos están unidos por lazos de amistad personal, que
se reúnen a cenar juntos y discutir, recordamos aquel famoso ban
quete celebrado en la antigua Atenas en que Aristófanes, el poeta
cómico, estuvo con Sócrates sentado a la mesa de un amigo conver
sando hasta las primeras horas de la mañana sobre la naturaleza del
amor..., Aristófanes, al que en cuestiones públicas se le tenía por el
enemigo más peligroso de Sócrates. Sí i en nuestra isla y en tiempo
de paz, los británicos, a pesar de enormes diferencias externas, somos
muy griegos en nuestro modo de ser.
En tiempo de guerra nos acercamos todavía más a los griegos, lo
cual es inevitable. La guerra tiende a borrar las diferencias entre las
personas y las naciones; cuando miles y millones de personas tratan
de matarle a uno, todos los demás intereses ceden ante el esfuerzo
único por sobrevivir. Tal esfuerzo une al hombre civilizado y al
salvaje. Con todo, aun en medio de esa general nivelación, los griegos
parecen estar más próximos a nosotros en muchos aspectos que a
otras naciones en guerra. Leer la guerra de Atenas contra Filipo de
Macedonia nos resulta hoy bastante siniestro. Las Filípicas de De-
móstenes, pronunciadas en vano ante una Asamblea morosa e ilusa,
hacen pensar constantemente en los discursos de Mr. Churchill sobre
las "Arms and the League” , las armas y la coalición, que durante tanto
tiempo no fueron capaces de poner en acción a los gobiernos de
Baldwin y Chamberlain. La Asamblea ateniense detestaba evidente'
mente la idea de meterse en guerra, igual que nuestro Parlamento, y
permitió que esa laudable aversión le cerrara los ojos ante hechos
importantes y le hiciera olvidar molestos deberes. Por otra parte,
fuera por el soborno o por la adulación o por la simple añagaza o
por otros procedimientos, Filipo se había atraído a un valioso grupo
de partidarios en Atenas, probablemente muchos de ellos honrados y,
por lo mismo, tanto más influyentes. La mayor parte de la Asamblea
opinaba que no había necesidad de precipitar al país en la guerra.
5 Cf. supra, “El helenism o” , pág. 23.