Page 200 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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2 0 4         GRECIA  CLÁSICA  Y  MUNDO  MODERNO

      sér  inglés,  sino  de  la  naturaleza  humana  misma.  El  corazón  humano
      quizá  no  sea  del  todo  lo  que  de  él  dice  el  salmista,  engañoso  por
      encima  de  todo  y  pérfido  sin  remedio,  pero  no  cabe  duda  de  que
      es  terriblemente  propenso  a  creer  lo   que le  viene   bien, a  la  ceguera
      que  le  conviene  y  a  explicaciones   con que  se adula  a  sí  mismo,
      Y   más  de  uno  que  suele  estar  muy   en guardia contra  las  ilusiones
      del  simple  egoísmo  personal  acepta   casi con  los brazos  abiertos  las
      ilusiones  del  patriotismo.  Hemos  de  reconocer  lisa  y  llanamente  que
      en  el  elogio  que  Pericles  hace  de  la  libertad  ateniense  y  en  las
      rapsodias  de  Lord  Baldwin  sobre  Inglaterra  hay  su  buena  dosis  de
      pompas  de  jabón  que  se  podrían  hacer  reventar  de  un  pinchazo.  Sin
      embargo,  vale  la  pena  recordar  que  uno  de  los  primeros  actos  del
      pueblo  británico  cuando  subió  al  poder  después  de  la  “ Reform  Bill”
      fue  fijarse  a  sí  mismo  un  impuesto  de  veinte  millones  de  libras  — suma
      muy  cuantiosa  en  aquellos  tiempos—   para  manumitir  a  todos  los
      esclavos  del  Imperio  británico.
         En  cuanto  al  pretendido embrollo  mental  inglés,  la  llamada  muddle-
      headedness,  parece  una  cualidad  que  es  netamente  todo  lo  con­
      trario  de  lo  griego.  Pero  ¿no  significa  únicamente  que  tardamos  en
      tomar  una  decisión,  que  evitamos  ser  tajantes  y  que,  al  igual  que
      los  griegos,  toleramos  en  medida  extraordinaria  las  opiniones  dife­
      rentes?  En  Francia,  los  políticos  de  ideas  contrapuestas  rara  vez  se
      ponen  a  charlar  unos  con  otros,  si  bien  compensan  tal  reserva  ha­
      ciendo  a  menudo  las  más  tremebundas  afirmaciones  unos  sobre  otros.
      En  Alemania  y  Rusia,  los  que  ocupan  el  poder  condenan  a  los  que
      no  lo  ocupan  a  un  silencio  absoluto,  bajo  pena  de  tortura  o  de
      muerte.  En  Inglaterra,  como  en  la  antigua  ecclesia  ateniense,  ó  βοολο-
       μενος  άνίσταται,  “ todo  el  que  quiere  se  pone  en  pie”  y  se  da  por
      sentado  que  la  gente  escucha  los  argumentos  de  sus  oponentes.  En
      Atenas,  según  nos  dicen  nuestras  autoridades  antiguas,  el  deseo  de
      oir  a  las  dos  partes  en  toda  cuestión  llegaba  a  ser  una  verdadera
      afición,  afición  que  se  manifestó  en  el  gran  desarrollo  del  teatro  y  en
      la  invención  del  diálogo  filosófico.  En  la  tragedia  griega  no  hay
      simples  villanos,  como  abundan  en  el  teatro  isabelino í  todos  los
      personajes  tienen  su  caso  que  exponer,  su  punto  de  vista  que  defen­
      der,  que  es  inteligible·,  y,  análogamente,  en  los  diálogos  filosóficos
      no  hay  ningún  punto  de  vista  que  sea  bobo  sin  más  ni  más,  ni
      tampoco  ninguno  que  sea  tan  absolutamente  equivocado  como  para
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