Page 202 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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2 o6 GRECIA CLÁSICA Y MUNDO MODERNO
Los procedimientos y principios de Filipo podían no ser lo que la
mayoría de los atenienses aprobaban, pero la realidad era que no le
había hecho la guerra a Atenas. No había atacado ningún interés
ateniense propiamente dicho. Era cierto que se había posesionado de
un Estado tras otro, pero en general lo había hecho con amenazas y
con la diplomacia, no con la guerra. En todos aquellos Estados había
partidos que estaban a su favor. No cabía duda de que había derro
cado democracias, que había sustituido con dictaduras dependientes
de Macedonia. Había dividido la Tesalia “ según la raza” , quebran
tando así su poder, Pero nada de esto equivalía a guerra. Filipo
había hecho penetrar tropas en algunos Estados. ¿No era esto guerra?
No ; porque siempre había explicado que las había enviado benévo
lamente, para proteger al país contra posibles enemigos. Y, después
de todo, ¿cómo podía Atenas interponerse? En la mayoría de los
países, los jefes del partido contrario a Filipo habían sido encarcelados
o molidos a golpes y a veces se les había dado muerte. Tales países
no verían con buenos ojos una interferencia ateniense. Era mucho más
leal y más prudente tratar de entender a Filipo y apaciguarlo; quizá
existía incluso la posibilidad de convencerlo a que se embarcara en
una guerra contra su gran vecino de Oriente, el Imperio persa. “ Cada
uno de los Estados” , clamaba Demóstenes, “ se felicita de estar
a salvo mientras Filipo destruye a su vecino. No se dan cuenta de
que es preciso que se unan para la seguridad común, de que su
única posibilidad de seguridad es unirse y de que mientras tanto
él va haciéndose cada más fuerte hasta que acabará por ser irresisti
ble.” Al ser acusado de buscar la guerra, Filipo había dicho: “ Yo
estoy en paz con todos los que me escuchan.” ¿Debe Atenas aceptar
esa pretensión : que sólo se puede tener paz con la obediencia?
“Ni toda la Hélade ni todo el resto del mundo bastarán para satis
facer la ambición de ese hombre” , grita Demóstenes. “ Ha proclamado
su desprecio por la religión y por la justicia entre las naciones. Haga
lo que haga el resto de la Hélade” , termina diciendo, “ al menos nos
otros lucharemos por la libertad.” Y así, al fin, cuando ya era dema
siado tarde, Atenas se aprestó a hacer la guerra y fue derrotada. N o
había entonces un arsenal norteamericano que restableciera el equili
brio de la balanza en favor de la democracia.
Podría señalarse asimismo la anterior guerra reñida en el siglo V
entre Atenas y Esparta, cada una con sus respectivos aliados, acerca