Page 192 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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     griego  a  la  antigua,  atendiendo  debidamente  a  la  cantidad  y  a  los
     oportunos  altibajos  del  tono  musical  con  arreglo  a  los  acentos;  gran­
     des  concurrencias  conmovidas  hasta  derramar  lágrimas  o  presa  de  la
     más  intensa  delicia  por  lo  que  a  nosotros  nos  parece  un  tropo  bas­
     tante  corriente  o  un  efecto  rítmico  bastante  agradable.  Es  uno  de
     nuestros  puntos  ciegos.
        Pero  también  olvidamos  que  el  Imperio  griego  subsistió  durante
     más  de  mil  años  gracias  al  empleo  de  una  lengua  artificial.  Las  mez­
      cladas  razas  del  Imperio  de  Oriente  necesitaban  una  lengua  común ;
      era  indispensable  que  sus  funcionarios  entendieran  sus  respectivos
      discursos  y  despachos.  Necesitaban  la  conciencia  de  un  legado  común,
      una  cultura  y  tradición  y  patriotismo  comunes,  y  todo  esto  lo  encon­
      traron  en  la  gran  literatura  que  no  sólo  era  su  orgullo  y  su  eslabón
      de  unión,  sino  que  seguía  siendo  su  propiedad  práctica  cotidiana,
      precisamente  porque  mantuvieron  y  conservaron  el  conocimiento  del
      griego  ático  y   el  cultivo  del  estilo  ático  en  calidad  de  patrimonio
      natural  de  todos  los  que  aspiraban  a  ser  helenos.
         No  es  fácil  decir  si,  a  la  larga,  el  precio  pagado  por  este  gran
      patrimonio  de  una  lengua  sin  solución  de  continuidad  no  fue  mayor
      del  que  podían  permitirse ;  si  no  hubiera  sido  preferible  que  los
      bizantinos  dejaran  que  la  lengua  oficial  se  fundiera  sin  cortapisas
      con  la  vernácula  y  dejaran  de  ser  capaces  de  comprender  a  Platón
      o  a  Demóstenes  como  ya  habían  dejado  de  entender  a  Safo  o  a
      Esquilo.  Y   quizá  no  sea  cosa  nuestra,  en  nuestra  calidad  de  filólogos,
      emitir  un  juicio  de  esta  naturaleza.  En  nuestra  condición  de  gram-
      matikoi  u  hombres  de  letras,  nuestra  tarea  estriba  en  tratar  de  com­
      prender  con  simpatía  no  sólo,  en  general,  la  gran  aventura  del
      espíritu  humano  que  llamamos  historia,  y  que  podemos  leer  en  las
      literaturas  del  mundo,  sino  muy  en  particular  los  grandes  esfuerzos
      de  orden  espiritual  e  intelectual  que  el  espíritu  humano  ha  desple­
      gado  con  frecuencia  para  alcanzar  algún  fin  que  ahora  nosotros
      difícilmente  reconocemos  o  apreciamos,  y  las  particulares  recompen­
      sas  de  delicia  o  de  triunfo  con  que  a  veces  ha  sido  premiado,  pagadas
      en  una  moneda  extraña  que  ya  no  circula  entre  nosotros  y  cuya
      inscripción  apenas  podemos  leer  ya.  Ahí  es  donde  se  insertan  los
      aspectos  imaginativos  de  la  filología,  permitiéndonos  ver  cosas  que
      en  caso  contrario  no  podrían  verse  y  salvar  de  la  muerte  o  del
      olvido  cosas  que  hán  sido  fuente  de  inspiración  para  la  humanidad,
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