Page 209 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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      de  trozos  corrientes  de  madera.  Es  bueno  conservar  siempre  la  buena
      voluntad  que  sentimos  para  con  nuestros  amigos,  pero  dejar  que
      muera  nuestro  odio  a  nuestros  adversarios” 15.  Plutarco  expone  la
      razón  por  la  que  de  todas  las  ofrendas  a  los  dioses  sólo  los  trofeos  no
      se  reparaban  nunca.  "Sería  denigrante  y  malévolo  que  los  hombres
      reparásemos  y  renovásemos  los  monumentos  del  odio  hacia  nuestros
      enemigos  cuando  el  tiempo  los  va  borrando” 16.  En  Cicerón  se  en­
      cuentra  la  historia  de  que  los  tebanos,  después  de  la  victoria  de
      Leuctra  sobre  los  espartanos,  erigieron  un  trofeo  de  bronce  y  fueron
      acusados  ante  el  Consejo  anfictiónico  de  quebrantar  la  ley  levantando
      aeternum  inimicitiarum  monumentum17.  Probablemente  el  juicio  es
      ficticio,  pero  la  historieta  demuestra  que  la  ley  se  reconocía.
         La  esencial  humanidad  o  sensibilidad  moral  de  la  civilización
      helénica  la  pone  de  manifiesto  otra  prueba  crucial.  Cuando  las  luchas
      de  gladiadores,  que  ya  constituían  la  gran  delicia  de  la  chusma  ro­
      mana,  empezaron  a  extenderse  por  las  ciudades  del  Imperio,  sólo
      encontraron  resistencia  en  Grecia.  Despreciada  por  Cicerón,  reprobada
      por  Séneca  como  muestra  de  morum  perversitas,  esta  odiosa  forma
      de  entretenimiento  se  propagó  como  el  fuego  entre  la  hez  de  las
      poblaciones  sometidas  y  entre  los  magistrados  que  querían  imitar  a
      Roma.  Antíoco  Epifanes,  por  ejemplo,  introdujo  en  Siria  las  luchas,
      las  munera,  como  se  las  llamaba,  pero  vio  que  su  pueblo  detestaba
      el  derramamiento  de  sangre.  Sin  embargo,  poco  a  poco  consiguió
      que  adoptaran  una  actitud  más  viril  y  romana  haciendo  primero  que
      se  suspendieran  las  luchas  en  cuanto  empezaban  a  sangrar  las  prime­
      ras  heridas  y  luego  dejando  que  se  continuara  hasta  la  muerte  de
      los  gladiadores.  En  Corinto  sí  lograron  arraigar.  En  Atenas  se  presentó
      una  propuesta  para  celebrarlas,  pero  Demonacte  el  Cínico  formuló
      una  enmienda  en  el  sentido  de  que  antes  de  admitir  a  los  gladiadores
      "se  derribara  el  altar  de  la  Piedad  en  el  ágora”  18.  Bastó  esto  para
      liquidar  la  cuestión.  Las  referencias  a  las  munera,  no  ya  en  los  filó­
      sofos,  sino  también  en  escritores  como  Plutarco  y  Luciano,  tienen
      todas  el  mismo  tono.  Todo  eso  es  θηριώδες  και  δεινως  σκαίον,  "bestial


        is  Diod.,  XIII,  24.
        16  Aet.  Rom.,  37.
        17  De  Invent.,  XXIII.
        18  Luciano,  Demonax,  57.  Plutarco,  Praecepta  Reipublicae  Gerendae,  passim.
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