Page 127 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XXIII
Elizabeth estaba sentada con su madre y sus hermanas meditando sobre
lo que había escuchado y sin saber si debía o no contarlo, cuando apareció
el propio Sir William Lucas, enviado por su hija, para anunciar el
compromiso a la familia. Entre muchos cumplidos y congratulándose de la
unión de las dos casas, reveló el asunto a una audiencia no sólo estupefacta,
sino también incrédula, pues la señora Bennet, con más obstinación que
cortesía, afirmó que debía de estar completamente equivocado, y Lydia,
siempre indiscreta y a menudo mal educada, exclamó alborotadamente:
––¡Santo Dios! ¿Qué está usted diciendo, sir William? ¿No sabe que el
señor Collins quiere casarse con Elizabeth?
Sólo la condescendencia de un cortesano podía haber soportado, sin
enfurecerse, aquel comportamiento; pero la buena educación de sir William
estaba por encima de todo. Rogó que le permitieran garantizar la verdad de
lo que decía, pero escuchó todas aquellas impertinencias con la más
absoluta corrección.
Elizabeth se sintió obligada a ayudarle a salir de tan enojosa situación, y
confirmó sus palabras, revelando lo que ella sabía por la propia Charlotte.
Trató de poner fin a las exclamaciones de su madre y de sus hermanas
felicitando calurosamente a sir William, en lo que pronto fue secundada por
Jane, y comentando la felicidad que se podía esperar del acontecimiento,
dado el excelente carácter del señor Collins y la conveniente distancia de
Hunsford a Londres.