Page 159 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XXIX
La satisfacción de Collins por esta invitación era completa. No había
cosa que le hiciese más ilusión que poder mostrar la grandeza de su patrona
a sus admirados invitados y hacerles ver la cortesía con la que esta dama les
trataba a él y a su mujer; y el que se le diese ocasión para ello tan pronto era
un ejemplo de la condescendencia de lady Catherine que no sabría cómo
agradecer.
––Confieso ––dijo–– que no me habría sorprendido que Su Señoría nos
invitase el domingo a tomar el té y a pasar la tarde en Rosings. Más bien me
lo esperaba, porque conozco su afabilidad. Pero, ¿quién habría podido
imaginarse una atención como ésta? ¿Quién podría haber imaginado que
recibiríamos una invitación para cenar; invitación, además, extensiva a
todos los de la casa, tan poquísimo tiempo después de que llegasen ustedes?
––A mí no me sorprende ––replicó sir William––, porque mi situación
en la vida me ha permitido conocer el verdadero modo de ser de los
grandes. En la corte esos ejemplos de educación tan elegante son muy
normales.
En todo el día y en la mañana siguiente casi no se habló de otra cosa
que de la visita a Rosings. Collins les fue instruyendo cuidadosamente de lo
que iban a tener ante sus ojos, para que la vista de aquellas estancias, de
tantos criados y de tan espléndida comida, no les dejase boquiabiertos.
Cuando las señoras fueron a vestirse, le dijo a Elizabeth: