Page 163 - Orgullo y prejuicio
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––Tengo entendido que la propiedad de su padre debe heredarla el señor

                Collins. Lo celebro por usted ––dijo volviéndose hacia Charlotte––; pero no
                veo  motivo  para  legar  las  posesiones  fuera  de  la  línea  femenina.  En  la
                familia de sir Lewis de Bourgh no se hizo así. ¿Sabe tocar y cantar, señorita

                Bennet?
                     ––Un poco.

                     ––¡Ah!, entonces tendremos el gusto de escucharla en algún momento.
                Nuestro  piano  es  excelente,  probablemente  mejor  que  el  de...  Un  día  lo

                probará usted. Y sus hermanas, ¿tocan y cantan también?
                     ––Una de ellas sí.

                     ––¿Y por qué no todas? Todas debieron aprender. Las señoritas Webb
                tocan todas y sus padres no son tan ricos como los suyos. ¿Dibuja usted?
                     ––No, nada.

                     ––¿Cómo? ¿Ninguna de ustedes?
                     ––Ninguna.

                     ––Es muy raro. Supongo que no habrán tenido oportunidad. Su madre
                debió  haberlas  llevado  a  la  ciudad  todas  las  primaveras  para  poder  tener

                buenos maestros.
                     ––Mi madre no se habría opuesto, pero mi padre odia Londres.

                     ––¿Y su institutriz sigue aún con ustedes?
                     ––Nunca hemos tenido institutriz.
                     ––¡Que no han tenido nunca institutriz! ¿Cómo es posible? ¡Cinco hijas

                educadas en casa sin institutriz! Nunca vi nada igual. Su madre debe haber
                sido una verdadera esclava de su educación.

                     Elizabeth casi no pudo reprimir una sonrisa al asegurarle que no había
                sido así.

                     ––Entonces, ¿quién las educó? ¿Quién las cuidó? Sin institutriz deben
                de haber estado desatendidas.

                     ––En comparación con algunas familias, no digo que no; pero a las que
                queríamos  aprender,  nunca  nos  faltaron  los  medios.  Siempre  fuimos
                impulsadas  a  la  lectura,  y  teníamos  todos  los  maestros  que  fueran

                necesarios. Verdad es que las que preferían estar ociosas, podían estarlo.
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