Page 168 - Orgullo y prejuicio
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Elizabeth oyó decir que Darcy iba a llegar dentro de unas semanas, y
aunque hubiese preferido a cualquier otra de sus amistades, lo cierto era que
su presencia podía aportar un poco de variedad a las veladas de Rosings y
que podría divertirse viendo el poco fundamento de las esperanzas de la
señorita Bingley mientras observaba la actitud de Darcy con la señorita de
Bourgh, a quien, evidentemente, le destinaba lady Catherine. Su Señoría
hablaba de su venida con enorme satisfacción, y de él, en términos de la
más elevada admiración; y parecía que le molestaba que la señorita Lucas y
Elizabeth ya le hubiesen visto antes con frecuencia.
Su llegada se supo en seguida, pues Collins llevaba toda la mañana
paseando con la vista fija en los templetes de la entrada al camino de
Hunsford; en cuanto vio que el coche entraba en la finca, hizo su
correspondiente reverencia, y corrió a casa a dar la magna noticia. A la
mañana siguiente voló a Rosings a presentarle sus respetos. Pero había
alguien más a quien presentárselos, pues allí se encontró con dos sobrinos
de lady Catherine. Darcy había venido con el coronel Fitzwilliam, hijo
menor de su tío Lord; y con gran sorpresa de toda la casa, cuando Collins
regresó ambos caballeros le acompañaron. Charlotte los vio desde el cuarto
de su marido cuando cruzaban el camino, y se precipitó hacia el otro cuarto
para poner en conocimiento de las dos muchachas el gran honor que les
esperaba, y añadió:
––Elizabeth, es a ti a quien debo agradecer esta muestra de cortesía. El
señor Darcy no habría venido tan pronto a visitarme a mí.
Elizabeth apenas tuvo tiempo de negar su derecho a semejante
cumplido, pues en seguida sonó la campanilla anunciando la llegada de los
dos caballeros, que poco después entraban en la estancia.
El coronel Fitzwilliam iba delante; tendría unos treinta años, no era
guapo, pero en su trato y su persona se distinguía al caballero. Darcy estaba
igual que en Hertfordshire; cumplimentó a la señora Collins con su habitual
reserva, y cualesquiera que fuesen sus sentimientos con respecto a
Elizabeth, la saludó con aparente impasibilidad. Elizabeth se limitó a
inclinarse sin decir palabra. El coronel Fitzwilliam tomó parte en la
conversación con la soltura y la facilidad de un hombre bien educado, era