Page 162 - Orgullo y prejuicio
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que se hallaba ya lo suficientemente recobrado como para hacerse eco de
todo lo que decía su yerno, de tal modo, que Elizabeth no comprendía cómo
lady Catherine podía soportarlos. Pero lady Catherine parecía complacida
con tan excesiva admiración, y sonreía afable especialmente cuando algún
plato resultaba una novedad para ellos. Los demás casi no decían nada.
Elizabeth estaba dispuesta a hablar en cuanto le dieran oportunidad; pero
estaba sentada entre Charlotte y la señorita de Bourgh, y la primera se
dedicaba a escuchar a lady Catherine, mientras que la segunda no abrió la
boca en toda la comida. La principal ocupación de la señorita Jenkinson era
vigilar lo poco que comía la señorita de Bourgh, pidiéndole insistentemente
que tomase algún otro plato, temiendo todo el tiempo que estuviese
indispuesta. María creyó conveniente no hablar y los caballeros no hacían
más que comer y alabar.
Cuando las señoras volvieron al salón, no tuvieron otra cosa que hacer
que oír hablar a lady Catherine, cosa que hizo sin interrupción hasta que
sirvieron el café, exponiendo su opinión sobre toda clase de asuntos de un
modo tan decidido que demostraba que no estaba acostumbrada a que le
llevasen la contraria. Interrogó a Charlotte minuciosamente y con toda
familiaridad sobre sus quehaceres domésticos, dándole multitud de
consejos; le dijo que todo debía estar muy bien organizado en una familia
tan reducida como la suya, y la instruyó hasta en el cuidado de las vacas y
las gallinas. Elizabeth vio que no había nada que estuviese bajo la atención
de esta gran dama que no le ofreciera la ocasión de dictar órdenes a los
demás. En los intervalos de su discurso a la señora Collins, dirigió varias
preguntas a María y a Elizabeth, pero especialmente a la última, de cuya
familia no sabía nada, y que, según le dijo a la señora Collins, le parecía
una muchacha muy gentil y bonita. Le preguntó, en distintas ocasiones,
cuántas hermanas tenía, si eran mayores o menores que ella, si había alguna
que estuviera para casarse, si eran guapas, dónde habían sido educadas, qué
clase de carruaje tenía su padre y cuál había sido el apellido de soltera de su
madre. Elizabeth notó la impertinencia de sus preguntas, pero contestó a
todas ellas con mesura. Lady Catherine observó después: