Page 236 - Orgullo y prejuicio
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vez encontrarse con el dueño. ¿Y si la camarera se hubiese equivocado?
Después de pedir permiso para ver la mansión, les introdujeron en el
vestíbulo. Mientras esperaban al ama de llaves, Elizabeth tuvo tiempo para
maravillarse de encontrarse en semejante lugar.
El ama de llaves era una mujer de edad, de aspecto respetable, mucho
menos estirada y mucho más cortés de lo que Elizabeth había imaginado.
Los llevó al comedor. Era una pieza de buenas proporciones y
elegantemente amueblada. Elizabeth la miró ligeramente y se dirigió a una
de las ventanas para contemplar la vista. La colina coronada de bosque por
la que habían descendido, a distancia resultaba más abrupta y más hermosa.
Toda la disposición del terreno era buena; miró con delicia aquel paisaje: el
arroyo, los árboles de las orillas y la curva del valle hasta donde alcanzaba
la vista. Al pasar a otras habitaciones, el paisaje aparecía en ángulos
distintos, pero desde todas las ventanas se divisaban panoramas magníficos.
Las piezas eran altas y bellas, y su mobiliario estaba en armonía con la
fortuna de su propietario. Elizabeth notó, admirando el gusto de éste, que no
había nada llamativo ni cursi y que había allí menos pompa pero más
elegancia que en Rosings.
«¡Y pensar ––se decía–– que habría podido ser dueña de todo esto!
¡Estas habitaciones podrían ahora ser las mías! ¡En lugar de visitarlas como
una forastera, podría disfrutarlas y recibir en ellas la visita de mis tíos! Pero
no ––repuso recobrándose––, no habría sido posible, hubiese tenido que
renunciar a mis tíos; no se me hubiese permitido invitarlos.»
Esto la reanimó y la salvó de algo parecido al arrepentimiento.
Quería averiguar por el ama de llaves si su amo estaba de veras ausente,
pero le faltaba valor. Por fin fue su tío el que hizo la pregunta y Elizabeth se
volvió asustada cuando la señora Reynolds dijo que sí, añadiendo:
––Pero le esperamos mañana. Va a venir con muchos amigos.
Elizabeth se alegró de que su viaje no se hubiese aplazado un día por
cualquier circunstancia.
Su tía la llamó para que viese un cuadro. Elizabeth se acercó y vio un
retrato de Wickham encima de la repisa de la chimenea entre otras
miniaturas. Su tía le preguntó sonriente qué le parecía. El ama de llaves