Page 269 - Orgullo y prejuicio
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––Bueno, supongamos que están en Londres. Pueden no haberlo hecho

                más que con el propósito de ocultarse. No es probable que ninguno de los
                dos  ande  sobrado  de  dinero,  y  habrán  creído  que  les  saldría  más  barato
                casarse en Londres que en Escocia, aunque les sea más difícil.

                     ––¿Pero a qué ese secreto? ¿Por qué tienen que casarse a escondidas?
                Sabes por Jane que el más íntimo amigo de Wickham asegura que nunca

                pensó casarse con Lydia. Wickham no se casará jamás con una mujer que
                no tenga dinero, porque él no puede afrontar lo gastos de un matrimonio.

                ¿Y qué merecimientos tiene Lydia, qué atractivos, aparte de su salud, de su
                juventud  y  de  su  buen  humor,  para  que  Wickham  renuncie  por  ella  a  la

                posibilidad de hacer un buen casamiento? No puedo apreciar con exactitud
                hasta qué punto le ha de perjudicar en el Cuerpo una fuga deshonrosa, pues
                ignoro  las  medidas  que  se  toman  en  estos  casos,  pero  en  cuanto  a  tus

                restantes  objeciones,  me  parece  difícil  que  puedan  sostenerse.  Lydia  no
                tiene  hermanos  que  tomen  cartas  en  el  asunto;  y  dado  el  carácter  de  mi

                padre,  su  indolencia  y  la  poca  atención  que  siempre  ha  prestado  a  su
                familia, Wickham ha podido creer que no se lo tomaría muy a la tremenda.

                     ––Pero ¿cómo supones que Lydia sea tan inconsiderada para todo lo que
                no sea amarle, que consienta en vivir con él de otra manera que siendo su

                mujer legítima?
                     ––Así parece ––replicó Elizabeth con los ojos llenos de lágrimas––, y es
                espantoso tener que dudar de la decencia y de la virtud de una hermana.

                Pero en realidad no sé qué decir. Tal vez la juzgo mal, pero es muy joven,
                nunca se le ha acostumbrado a pensar en cosas serias, y durante el último

                medio año, o más bien durante un año entero, no ha hecho más que correr
                en pos de las diversiones y de la vanidad. Se le ha dejado que se entregara

                al ocio y a la frivolidad y que no hiciese más que lo que se le antojaba.
                Desde  que  la  guarnición  del  condado  se  acuarteló  en  Meryton,  no  pensó

                más que en el amor, en el coqueteo y en los oficiales. Hizo todo lo que pudo
                para excitar, ¿cómo lo diría?, la susceptibilidad de sus sentimientos, que ya
                son lo bastante vivos por naturaleza. Y todos sabemos que Wickham posee

                en su persona y en su trato todos los encantos que pueden cautivar a una
                mujer.
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