Page 270 - Orgullo y prejuicio
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––Pero ya ves ––insistió su tía–– que tu hermana no cree a Wickham

                capaz de tal atentado.
                     ––Jane nunca cree nada malo de nadie. Y mucho menos tratándose de
                una cosa así, hasta que no se lo hayan demostrado. Pero Jane sabe tan bien

                como yo quién es Wickham. Las dos sabemos que es un libertino en toda la
                extensión de la palabra, que carece de integridad y de honor y que es tan

                falso y engañoso como atractivo.
                     ––¿Estás segura? ––preguntó la señora Gardiner que ardía en deseos de

                conocer la fuente de información de su sobrina.
                     ––Segurísima ––replicó Elizabeth, sonrojándose––. Ya te hablé el otro

                día de su infame conducta con el señor Darcy, y tú misma oíste la última
                vez  en  Longbourn  de  qué  manera  hablaba  del  hombre  que  con  tanta
                indulgencia y generosidad le ha tratado. Y aún hay otra circunstancia que

                no  estoy  autorizada...  que  no  vale  la  pena  contar.  Lo  cierto  es  que  sus
                embustes sobre la familia de Pemberley no tienen fin. Por lo que nos había

                dicho de la señorita Darcy, yo creí que sería una muchacha altiva, reservada
                y antipática. Sin embargo, él sabía que era todo lo contrario. El debe saber

                muy bien, como nosotros hemos comprobado, cuán afectuosa y sencilla es.
                     ––¿Y Lydia no está enterada de nada de eso? ¿Cómo ignora lo que Jane

                y tú sabéis?
                     ––Tienes razón. Hasta que estuve en Kent y traté al señor Darcy y a su
                primo el coronel Fitzwilliam, yo tampoco lo supe. Cuando llegué a mi casa,

                la guarnición del condado iba a salir de Meryton dentro de tres semanas, de
                modo  que  ni  Jane,  a  quien  informé  de  todo,  ni  yo  creímos  necesario

                divulgarlo; porque ¿qué utilidad tendría que echásemos a perder la buena
                opinión que tenían de él en Hertfordshire? Y cuando se decidió que Lydia

                iría con los señores Forster a Brighton, jamás se me ocurrió descubrirle la
                verdadera personalidad de Wickham, pues no me pasó por la cabeza que

                corriera ningún peligro de ese tipo. Ya comprenderéis que estaba lejos de
                sospechar que hubiesen de derivarse tan funestas consecuencias.
                     ––¿Cuando trasladaron la guarnición a Brighton, no tenías idea de que

                hubiese algo entre ellos?
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