Page 272 - Orgullo y prejuicio
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––Pocas. El miércoles me puso unas líneas diciéndome que había
llegado bien y dándome su dirección, como yo le había pedido. Sólo añadía
que no volvería a escribir hasta que tuviese algo importante que
comunicarnos.
––¿Y mamá, cómo está? ¿Cómo estáis todas?
––Mamá está bien, según veo, aunque muy abatida. Está arriba y tendrá
gran satisfacción en veros a todos. Todavía no sale de su cuarto. Mary y
Catherine se encuentran perfectamente, gracias a Dios.
––¿Y tú, cómo te encuentras? ––preguntó Elizabeth––. Estás pálida.
¡Cuánto habrás tenido que pasar! Pero Jane aseguró que estaba muy bien.
Mientras tanto, los señores Gardiner, que habían estado ocupados con sus
hijos, llegaron y pusieron fin a la conversación de las dos hermanas. Jane
corrió hacia sus tíos y les dio la bienvenida y las gracias entre lágrimas y
sonrisas.
Una vez reunidos en el salón, las preguntas hechas por Elizabeth fueron
repetidas por los otros, y vieron que la pobre Jane no tenía ninguna
novedad. Pero su ardiente confianza en que todo acabaría bien no la había
abandonado; todavía esperaba que una de esas mañanas llegaría una carta
de Lydia o de su padre explicando los sucesos y anunciando quizá el
casamiento.
La señora Bennet, a cuya habitación subieron todos después de su breve
conversación, les recibió como era de suponer: con lágrimas y
lamentaciones, improperios contra la villana conducta de Wickham y quejas
por sus propios sufrimientos, echándole la culpa a todo el mundo menos a
quien, por su tolerancia y poco juicio, se debían principalmente los errores
de su hija.
––Si hubiera podido ––decía–– realizar mi proyecto de ir a Brighton con
toda mi familia, eso no habría ocurrido; pero la pobre Lydia no tuvo a nadie
que cuidase de ella. Los Forster no tenían que haberla perdido de su vista.
Si la hubiesen vigilado bien, no habría hecho una cosa así, Lydia no es de
esa clase de chicas. Siempre supe que los Forster eran muy poco indicados
para hacerse cargo de ella, pero a mí no se me hizo caso, como siempre.
¡Pobre niña mía! Y ahora Bennet se ha ido y supongo que desafiará a