Page 70 - Orgullo y prejuicio
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llegando  hasta  sugerirle  alguno  ella  misma,  como,  por  ejemplo,  poner

                algunas repisas en los armarios de las habitaciones de arriba.
                     ––Todo eso está muy bien y es muy cortés por su parte ––comentó la
                señora Bennet––. Debe ser una mujer muy agradable. Es una pena que las

                grandes  damas  en  general  no  se  parezcan  mucho  a  ella.  ¿Vive  cerca  de
                usted?

                     ––Rosings  Park,  residencia  de  Su  Señoría,  está  sólo  separado  por  un
                camino de la finca en la que está ubicada mi humilde casa.

                     ––Creo que dijo usted que era viuda. ¿Tiene familia?
                     ––No  tiene  más  que  una  hija,  la  heredera  de  Rosings  y  de  otras

                propiedades extensísimas.
                     ––¡Ay!  ––suspiró  la  señora  Bennet  moviendo  la  cabeza––.  Está  en
                mejor situación que muchas otras jóvenes. ¿Qué clase de muchacha es? ¿Es

                guapa?
                     ––Es realmente una joven encantadora. La misma lady Catherine dice

                que, haciendo honor a la verdad, en cuanto a belleza se refiere, supera con
                mucho a las más hermosas de su sexo; porque hay en sus facciones ese algo

                que  revela  en  una  mujer  su  distinguida  cuna.  Por  desgracia  es  de
                constitución enfermiza, lo cual le ha impedido progresar en ciertos aspectos

                de su educación que, a no ser por eso, serían muy notables, según me ha
                informado la señora que dirigió su enseñanza y que aún vive con ellas. Pero
                es  muy  amable  y  a  menudo  tiene  la  bondad  de  pasar  por  mi  humilde

                residencia con su pequeño faetón y sus jacas.
                     ––¿Ha  sido  ya  presentada  en  sociedad?  No  recuerdo  haber  oído  su

                nombre entre las damas de la corte.
                     ––El mal estado de su salud no le ha permitido, desafortunadamente, ir

                a la capital, y por ello, como le dije un día a lady Catherine, ha privado a la
                corte británica de su ornato más radiante. Su Señoría pareció muy halagada

                con esta apreciación; y ya pueden ustedes comprender que me complazco
                en  dirigirles,  siempre  que  tengo  ocasión,  estos  pequeños  y  delicados
                cumplidos que suelen ser gratos a las damas. Más de una vez le he hecho

                observar a lady Catherine que su encantadora hija parecía haber nacido para
                duquesa y que el más elevado rango, en vez de darle importancia, quedaría
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