Page 73 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XV





                     El señor Collins no era un hombre inteligente, y a las deficiencias de su
                naturaleza no las había ayudado nada ni su educación ni su vida social. Pasó

                la mayor parte de su vida bajo la autoridad de un padre inculto y avaro; y
                aunque fue a la universidad, sólo permaneció en ella los cursos meramente

                necesarios  y  no  adquirió  ningún  conocimiento  verdaderamente  útil.  La
                sujeción  con  que  le  había  educado  su  padre,  le  había  dado,  en  principio,

                gran  humildad  a  su  carácter,  pero  ahora  se  veía  contrarrestada  por  una
                vanidad obtenida gracias a su corta inteligencia, a su vida retirada y a los

                sentimientos  inherentes  a  una  repentina  e  inesperada  prosperidad.  Una
                afortunada casualidad le había colocado bajo el patronato de lady Catherine
                de Bourgh, cuando quedó vacante la rectoría de Hunsford, y su respeto al

                alto rango de la señora y la veneración que le inspiraba por ser su patrona,
                unidos a un gran concepto de sí mismo, a su autoridad de clérigo y a sus

                derechos  de  rector,  le  habían  convertido  en  una  mezcla  de  orgullo  y
                servilismo, de presunción y modestia.

                     Puesto  que  ahora  ya  poseía  una  buena  casa  y  unos  ingresos  más  que
                suficientes, Collins estaba pensando en casarse. En su reconciliación con la

                familia de Longbourn, buscaba la posibilidad de realizar su proyecto, pues
                tenía pensado escoger a una de las hijas, en el caso de que resultasen tan
                hermosas  y  agradables  como  se  decía.  Éste  era  su  plan  de  enmienda,  o

                reparación,  por  heredar  las  propiedades  del  padre,  plan  que  le  parecía
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