Page 78 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XVI
Como no se puso ningún inconveniente al compromiso de las jóvenes
con su tía y los reparos del señor Collins por no dejar a los señores Bennet
ni una sola velada durante su visita fueron firmemente rechazados, a la hora
adecuada el coche partió con él y sus cinco primas hacia Meryton. Al entrar
en el salón de los Philips, las chicas tuvieron la satisfacción de enterarse de
que Wickham había aceptado la invitación de su tío y de que estaba en la
casa.
Después de recibir esta información, y cuando todos habían tomado
asiento, Collins pudo observar todo a sus anchas; las dimensiones y el
mobiliario de la pieza le causaron tal admiración, que confesó haber creído
encontrarse en el comedorcito de verano de Rosings. Esta comparación no
despertó ningún entusiasmo al principio; pero cuando la señora Philips oyó
de labios de Collins lo que era Rosings y quién era su propietaria, cuando
escuchó la descripción de uno de los salones de lady Catherine y supo que
sólo la chimenea había costado ochocientas libras, apreció todo el valor de
aquel cumplido y casi no le habría molestado que hubiese comparado su
salón con la habitación del ama de llaves de los Bourgh.
Collins se entretuvo en contarle a la señora Philips todas las grandezas
de lady Catherine y de su mansión, haciendo mención de vez en cuando de
su humilde casa y de las mejoras que estaba efectuando en ella, hasta que
llegaron los caballeros. Collins encontró en la señora Philips una oyente
atenta cuya buena opinión del rector aumentaba por momentos con lo que él