Page 80 - Orgullo y prejuicio
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por los codos, pero como también era muy aficionada a la lotería, no tardó

                en  centrar  todo  su  interés  en  el  juego  y  estaba  demasiado  ocupada  en
                apostar  y  lanzar  exclamaciones  cuando  tocaban  los  premios,  para  que
                pudiera  distraerse  en  cualquier  otra  cosa.  Como  todo  el  mundo  estaba

                concentrado  en  el  juego,  Wickham  podía  dedicar  el  tiempo  a  hablar  con
                Elizabeth,  y  ella  estaba  deseando  escucharle,  aunque  no  tenía  ninguna

                esperanza de que le contase lo que a ella más le apetecía saber, la historia de
                su relación con Darcy. Ni siquiera se atrevió a mencionar su nombre. Sin

                embargo,  su  curiosidad  quedó  satisfecha  de  un  modo  inesperado.  Fue  el
                mismo señor Wickham el que empezó el tema. Preguntó qué distancia había

                de Meryton a Netherfield, y después de oír la respuesta de Elizabeth y de
                unos  segundos  de  titubeo,  quiso  saber  también  cuánto  tiempo  hacía  que
                estaba allí el señor Darcy.

                     ––Un mes aproximadamente ––contestó Elizabeth.
                     Y con ansia de que no acabase ahí el tema, añadió:

                     ––Creo que ese señor posee grandes propiedades en Derbyshire.
                     ––Sí ––repuso Wickham––, su hacienda es importante, le proporciona

                diez mil libras anuales. Nadie mejor que yo podría darle a usted informes
                auténticos  acerca  del  señor  Darcy,  pues  he  estado  particularmente

                relacionado con su familia desde mi infancia.
                     Elizabeth no pudo evitar demostrar su sorpresa.
                     ––Le  extrañará  lo  que  digo,  señorita  Bennet,  después  de  haber  visto,

                como  vio  usted  probablemente,  la  frialdad  de  nuestro  encuentro  de  ayer.
                ¿Conoce usted mucho al señor Darcy?

                     ––Más de lo que desearía ––contestó Elizabeth afectuosamente––. He
                pasado cuatro días en la misma casa que él y me parece muy antipático.

                     ––Yo no tengo derecho a decir si es o no es antipático ––continuó el
                señor  Wickham––.  No  soy  el  más  indicado  para  ello.  Le  he  conocido

                durante demasiado tiempo y demasiado bien para ser un juez justo. Me sería
                imposible  ser  imparcial.  Pero  creo  que  la  opinión  que  tiene  de  él
                sorprendería a cualquiera y puede que no la expresaría tan categóricamente

                en ninguna otra parte. Aquí está usted entre los suyos.
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