Page 82 - Orgullo y prejuicio
P. 82
sociedad, y gente de la buena sociedad. Sabía que era un Cuerpo muy
respetado y agradable, y mi amigo Denny me tentó, además,
describiéndome su actual residencia y las grandes atenciones y excelentes
amistades que ha encontrado en Meryton. Confieso que me hace falta un
poco de vida social. Soy un hombre decepcionado y mi estado de ánimo no
soportaría la soledad. Necesito ocupación y compañía. No era mi intención
incorporarme a la vida militar, pero las circunstancias actuales me hicieron
elegirla. La Iglesia debió haber sido mi profesión; para ella me educaron y
hoy estaría en posesión de un valioso rectorado si no hubiese sido por el
caballero de quien estaba hablando hace un momento.
––¿De veras?
––Sí; el último señor Darcy dejó dispuesto que se me presentase para
ocupar el mejor beneficio eclesiástico de sus dominios. Era mi padrino y me
quería entrañablemente. Nunca podré hacer justicia a su bondad. Quería
dejarme bien situado, y creyó haberlo hecho; pero cuando el puesto quedó
vacante, fue concedido a otro.
––¡Dios mío! ––exclamó Elizabeth––. ¿Pero cómo pudo ser eso?
¿Cómo pudieron contradecir su testamento? ¿Por qué no recurrió usted a la
justicia?
––Había tanta informalidad en los términos del legado, que la ley no me
hubiese dado ninguna esperanza. Un hombre de honor no habría puesto en
duda la intención de dichos términos; pero Darcy prefirió dudarlo o tomarlo
como una recomendación meramente condicional y afirmó que yo había
perdido todos mis derechos por mi extravagancia e imprudencia; total que o
por uno o por otro, lo cierto es que la rectoría quedó vacante hace dos años,
justo cuando yo ya tenía edad para ocuparla, y se la dieron a otro; y no es
menos cierto que yo no puedo culparme de haber hecho nada para merecer
perderla. Tengo un temperamento ardiente, soy indiscreto y acaso haya
manifestado mi opinión sobre Darcy algunas veces, y hasta a él mismo, con
excesiva franqueza. No recuerdo ninguna otra cosa de la que se me pueda
acusar. Pero el hecho es que somos muy diferentes y que él me odia.
––¡Es vergonzoso! Merece ser desacreditado en público.