Page 88 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XVII
Al día siguiente Elizabeth le contó a Jane todo lo que habían hablado
Wickham y ella. Jane escuchó con asombro e interés. No podía creer que
Darcy fuese tan indigno de la estimación de Bingley; y, no obstante, no se
atrevía a dudar de la veracidad de un hombre de apariencia tan afable como
Wickham. La mera posibilidad de que hubiese sufrido semejante crueldad
era suficiente para avivar sus más tiernos sentimientos; de modo que no
tenía más remedio que no pensar mal ni del uno ni del otro, defender la
conducta de ambos y atribuir a la casualidad o al error lo que de otro modo
no podía explicarse.
––Tengo la impresión ––decía–– de que ambos han sido defraudados,
son personas, de algún modo decepcionadas por algo que nosotras no
podemos adivinar. Quizá haya sido gente interesada en tergiversar las cosas
la que los enfrentó. En fin, no podemos conjeturar las causas o las
circunstancias que los han separado sin que ni uno ni otro sean culpables.
––Tienes mucha razón; y dime, mi querida Jane: ¿Qué tienes que decir
en favor de esa gente interesada que probablemente tuvo que ver en el
asunto? Defiéndelos también, si no nos veremos obligadas a hablar mal de
alguien.
––Ríete de mí todo lo que quieras, pero no me harás cambiar de
opinión. Querida Lizzy, ten en cuenta en qué lugar tan deshonroso sitúa al
señor Darcy; tratar así al favorito de su padre, a alguien al que él había
prometido darle un porvenir. Es imposible. Nadie medianamente bueno, que