Page 92 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XVIII
Hasta que Elizabeth entró en el salón de Netherfield y buscó en vano
entre el grupo de casacas rojas allí reunidas a Wickham, no se le ocurrió
pensar que podía no hallarse entre los invitados. La certeza de encontrarlo
le había hecho olvidarse de lo que con razón la habría alarmado. Se había
acicalado con más esmero que de costumbre y estaba preparada con el
espíritu muy alto para conquistar todo lo que permaneciese indómito en su
corazón, confiando que era el mejor galardón que podría conseguir en el
curso de la velada. Pero en un instante le sobrevino la horrible sospecha de
que Wickham podía haber sido omitido de la lista de oficiales invitados de
Bingley para complacer a Darcy. Ése no era exactamente el caso. Su
ausencia fue definitivamente confirmada por el señor Denny, a quien Lydia
se dirigió ansiosamente, y quien les contó que el señor Wickham se había
visto obligado a ir a la capital para resolver unos asuntos el día antes y no
había regresado todavía. Y con una sonrisa significativa añadió:
––No creo que esos asuntos le hubiesen retenido precisamente hoy, si
no hubiese querido evitar encontrarse aquí con cierto caballero.
Lydia no oyó estas palabras, pero Elizabeth sí; aunque su primera
sospecha no había sido cierta, Darcy era igualmente responsable de la
ausencia de Wickham, su antipatía hacia el primero se exasperó de tal modo
que apenas pudo contestar con cortesía a las amables preguntas que Darcy
le hizo al acercarse a ella poco después. Cualquier atención o tolerancia
hacia Darcy significaba una injuria para Wickham. Decidió no tener