Page 95 - Orgullo y prejuicio
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––El señor Wickham está dotado de tan gratos modales que ciertamente

                puede  hacer  amigos  con  facilidad.  Lo  que  es  menos  cierto,  es  que  sea
                igualmente capaz de conservarlos.
                     ––Él  ha  tenido  la  desgracia  de  perder  su  amistad  ––dijo  Elizabeth

                enfáticamente––, de tal forma que sufrirá por ello toda su vida.
                     Darcy no contestó y se notó que estaba deseoso de cambiar de tema. En

                ese momento sir William Lucas pasaba cerca de ellos al atravesar la pista de
                baile con la intención de ir al otro extremo del salón y al ver al señor Darcy,

                se detuvo y le hizo una reverencia con toda cortesía para felicitarle por su
                modo de bailar y por su pareja.

                     ––Estoy sumamente complacido, mi estimado señor tan excelente modo
                de  bailar  no  se  ve  con  frecuencia.  Es  evidente  que  pertenece  usted  a  los
                ambientes más distinguidos. Permítame decirle, sin embargo, que su bella

                pareja  en  nada  desmerece  de  usted,  y  que  espero  volver  a  gozar  de  este
                placer, especialmente cuando cierto acontecimiento muy deseado, querida

                Elizabeth (mirando a Jane y a Bingley), tenga lugar. ¡Cuántas felicitaciones
                habrá entonces! Apelo al señor Darcy. Pero no quiero interrumpirle, señor.

                Me agradecerá que no le prive más de la cautivadora conversación de esta
                señorita cuyos hermosos ojos me están también recriminando.

                     Darcy apenas escuchó esta última parte de su discurso, pero la alusión a
                su amigo pareció impresionarle mucho, y con una grave expresión dirigió la
                mirada hacia Bingley y Jane que bailaban juntos. No obstante, se sobrepuso

                en breve y, volviéndose hacia Elizabeth, dijo:
                     ––La interrupción de sir William me ha hecho olvidar de qué estábamos

                hablando.
                     ––Creo  que  no  estábamos  hablando.  Sir  William  no  podría  haber

                interrumpido a otra pareja en todo el salón que tuviesen menos que decirse
                el uno al otro. Ya hemos probado con dos o tres temas sin éxito. No tengo ni

                idea de qué podemos hablar ahora.
                     ––¿Qué piensa de los libros? ––le preguntó él sonriendo.
                     ––¡Los  libros!  ¡Oh,  no!  Estoy  segura  de  que  no  leemos  nunca  los

                mismos o, por lo menos, no sacamos las mismas impresiones.
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