Page 99 - Orgullo y prejuicio
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para alentar su confianza. Al unírseles el señor Bingley, Elizabeth se retiró y
se fue a hablar con la señorita Lucas que le preguntó si le había agradado su
última pareja. Elizabeth casi no tuvo tiempo para contestar, porque allí se
les presentó Collins, diciéndoles entusiasmado que había tenido la suerte de
hacer un descubrimiento importantísimo.
––He sabido ––dijo––, por una singular casualidad, que está en este
salón un pariente cercano de mi protectora. He tenido el gusto de oír cómo
el mismo caballero mencionaba a la dama que hace los honores de esta casa
los nombres de su prima, la señorita de Bourgh, y de la madre de ésta, lady
Catherine. ¡De qué modo tan maravilloso ocurren estas cosas! ¡Quién me
iba a decir que habría de encontrar a un sobrino de lady Catherine de
Bourgh en esta reunión! Me alegro mucho de haber hecho este
descubrimiento a tiempo para poder presentarle mis respetos, cosa que voy
a hacer ahora mismo. Confío en que me perdone por no haberlo hecho
antes, pero mi total desconocimiento de ese parentesco me disculpa.
––¿No se irá a presentar usted mismo al señor Darcy?
––¡Claro que sí! Le pediré que me excuse por no haberlo hecho antes.
¿No ve que es el sobrino de lady Catherine? Podré comunicarle que Su
Señoría se encontraba muy bien la última vez que la vi.
Elizabeth intentó disuadirle para que no hiciese semejante cosa
asegurándole que el señor Darcy consideraría el que se dirigiese a él sin
previa presentación como una impertinencia y un atrevimiento, más que
como un cumplido a su tía; que no había ninguna necesidad de darse a
conocer, y si la hubiese, le correspondería al señor Darcy, por la
superioridad de su rango, tomar la iniciativa. Collins la escuchó decidido a
seguir sus propios impulsos y, cuando Elizabeth cesó de hablar, le contestó:
––Mi querida señorita Elizabeth, tengo la mejor opinión del mundo de
su excelente criterio en toda clase de asuntos, como corresponde a su
inteligencia; pero permítame que le diga que debe haber una gran diferencia
entre las fórmulas de cortesía establecidas para los laicos y las aceptadas
para los clérigos; déjeme que le advierta que el oficio de clérigo es, en
cuanto a dignidad, equivalente al más alto rango del reino, con tal que los
que lo ejercen se comporten con la humildad conveniente. De modo que