Page 98 - Orgullo y prejuicio
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sonrisa tan dulce, con una expresión de felicidad y de tanta satisfacción que

                indicaban  claramente  que  estaba  muy  contenta  de  lo  ocurrido  durante  la
                velada. Elizabeth leyó al instante sus sentimientos; y en un momento toda la
                solicitud  hacia  Wickham,  su  odio  contra  los  enemigos  de  éste,  y  todo  lo

                demás desaparecieron ante la esperanza de que Jane se hallase en el mejor
                camino hacia su felicidad.

                     ––Quiero saber ––dijo Elizabeth tan sonriente como su hermana–– lo
                que has oído decir del señor Wickham. Pero quizá has estado demasiado

                ocupada con cosas más agradables para pensar en una tercera persona... Si
                así ha sido, puedes estar segura de que te perdono.

                     ––No ––contestó Jane––, no me he olvidado de él, pero no tengo nada
                grato que contarte. El señor Bingley no conoce toda la historia e ignora las
                circunstancias que tanto ha ofendido al señor Darcy, pero responde de la

                buena  conducta,  de  la  integridad  y  de  la  honradez  de  su  amigo,  y  está
                firmemente  convencido  de  que  el  señor  Wickham  ha  recibido  más

                atenciones  del  señor  Darcy  de  las  que  ha  merecido;  y  siento  decir  que,
                según el señor Bingley y su hermana, el señor Wickham dista mucho de ser

                un joven respetable. Me temo que haya sido imprudente y que tenga bien
                merecido el haber perdido la consideración del señor Darcy.

                     ––¿El señor Bingley no conoce personalmente al señor Wickham?
                     ––No, no lo había visto nunca antes del otro día en Meryton.
                     ––De  modo  que  lo  que  sabe  es  lo  que  el  señor  Darcy  le  ha  contado.

                Estoy satisfecha. ¿Y qué dice de la rectoría?
                     ––No recuerda exactamente cómo fue, aunque se lo ha oído contar a su

                amigo más de una vez; pero cree que le fue legada sólo condicionalmente.
                     ––No pongo en duda la sinceridad del señor Bingley ––dijo Elizabeth

                acaloradamente––,  pero  perdona  que  no  me  convenzan  sus  afirmaciones.
                Hace  muy  bien  en  defender  a  su  amigo;  pero  como  desconoce  algunas

                partes de la historia y lo único que sabe se lo ha dicho él, seguiré pensando
                de los dos caballeros lo mismo que pensaba antes.
                     Dicho  esto,  ambas  hermanas  iniciaron  otra  conversación  mucho  más

                grata  para  las  dos.  Elizabeth  oyó  encantada  las  felices  aunque  modestas
                esperanzas que Jane abrigaba respecto a Bingley, y le dijo todo lo que pudo
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