Page 89 - Orgullo y prejuicio
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aprecie algo el valor de su conducta, es capaz de hacerlo. ¿Es posible que

                sus amigos más íntimos estén tan engañados respecto a él? ¡Oh, no!
                     ––Creo que es más fácil que la amistad del señor Bingley sea impuesta
                que  el  señor  Wickham  haya  inventado  semejante  historia  con  nombres,

                hechos,  y  que  la  cuente  con  tanta  naturalidad.  Y  si  no  es  así,  que  sea  el
                señor Darcy el que lo niegue. Además, había sinceridad en sus ojos.

                     ––Es realmente difícil, es lamentable. Uno no sabe qué pensar.
                     ––Perdona; uno sabe exactamente qué pensar.

                     Las dos jóvenes charlaban en el jardín cuando fueron a avisarles de la
                llegada de algunas de las personas de las que estaban justamente hablando.

                El señor Bingley y sus hermanas venían para invitarlos personalmente al tan
                esperado baile de Netherfield que había sido fijado para el martes siguiente.
                Las Bingley se alegraron mucho de ver a su querida amiga, les parecía que

                había pasado un siglo desde que habían estado juntas y continuamente le
                preguntaban  qué  había  sido  de  ella  desde  su  separación.  Al  resto  de  la

                familia les prestaron poca atención, a la señora Bennet la evitaron todo lo
                que  les  fue  posible,  con  Elizabeth  hablaron  muy  poco  y  a  las  demás  ni

                siquiera les dirigieron la palabra. Se fueron en seguida, levantándose de sus
                asientos con una rapidez que dejó pasmado a su hermano, salieron con tanta

                prisa  que  parecían  estar  impacientes  por  escapar  de  las  atenciones  de  la
                señora Bennet.
                     La  perspectiva  del  baile  de  Netherfield  resultaba  extraordinariamente

                apetecible a todos los miembros femeninos de la familia. La señora Bennet
                lo  tomó  como  un  cumplido  dedicado  a  su  hija  mayor  y  se  sentía

                particularmente halagada por haber recibido la invitación del señor Bingley
                en persona y no a través de una ceremoniosa tarjeta. Jane se imaginaba una

                feliz  velada  en  compañía  de  sus  dos  amigas  y  con  las  atenciones  del
                hermano, y Elizabeth pensaba con deleite en bailar todo el tiempo con el

                señor  Wickham  y  en  ver  confirmada  toda  la  historia  en  las  miradas  y  el
                comportamiento  del  señor  Darcy.  La  felicidad  que  Catherine  y  Lydia
                anticipaban  dependía  menos  de  un  simple  hecho  o  de  una  persona  en

                particular, porque, aunque las dos, como Elizabeth, pensaban bailar la mitad
                de la noche con Wickham, no era ni mucho menos la única pareja que podía
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