Page 217 - Fantasmas
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Joe HiLL
dado eran veintiocho dólares; le dio treinta y le dijo que podía
dar gracias por la propina. Cuando salió reía de nuevo al te-
léfono, cambiando de sitio las tarjetas de crédito y formando
con ellas la letra pe.
No quedaba gran cosa del cigarrillo de Wyatt, pero esta-
ba decidiendo que se fumaría otro y después entraría, cuando
la puerta se abrió a su espalda y salió la señora Badia, vestida
sólo con el suéter negro y el chaleco blanco con la chapa iden-
tificativa que decía «Pat Badia. Directora». Hizo una mueca y
se arrebujó para protegerse del frío.
—Sarah me ha contado lo que le has dicho —empezó a
decir.
Wyatt asintió con la cabeza. La señora Badia le caía bien;
en ocasiones hasta se podía bromear con ella.
—+¿Por qué no te vas a casa, Wyatt? —dijo.
Éste tiró la colilla al suelo de asfalto.
—De acuerdo. Mañana recuperaré las horas. Ella no tra-
baja mañana —dijo haciendo un gesto con la cabeza en direc-
ción a la tienda.
—No —respondió la señora Badia—. No vengas maña-
na. Ven el próximo martes a recoger tu último pago.
Por alguna razón, le costó unos segundos entender lo que
le decía. Después lo comprendió y notó que le ardía la cara. La
señora Badia continuó hablando.
—No puedes amenazar así a tus compañeros de trabajo,
Wyatt. Estoy más que harta de oír quejas sobre ti. Estoy can-
sada de tantos incidentes. —Hizo un gesto con la cara y mi-
ró en dirección a la tienda—. No está pasando por un buen
momento y sólo le falta que tú le digas que le vas a arrancar la
lengua.
—Yo no le he... ¡Me refería al piercing! ¿No quiere sa-
ber lo que me ha dicho ella a mí?
—No especialmente. ¿Por qué?
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