Page 223 - Fantasmas
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Joe  HitL




        —No  lo sé. Se me  metió  en  el coche  en un  semáforo,  cuan-
  do esperaba  a  que  se  pusiera verde,  el de la esquina de la calle
  Union.  Dijo que no  nos haría daño si lo obedecíamos.  Oh, dios

  mío, Baxter.  Lo siento.  Siento  mucho  que te hiciera  daño.  Sien-
  to  que te hiciera  llorar.
        Al oír el nombre  del niño, Wyatt levantó  la vista, era  in-
  capaz  de oír aquel nombre  sin sentir  la necesidad  compulsiva
  de mirarlo  una  vez más.  Le sorprendía lo cerca  que estaba la ca-
  ra de Baxter de la suya.  El niño tenía la cabeza colgando del mus-
  lo de su madre, a menos  de un  metro  de Wyatt. Éste la veía des-
  de abajo, la cuchillada  negra en la cara,  los labios rojos de payaso
  —rojos de la golosina, no  de sangre,  como  se  dio cuenta  de re-
  pente,  en  una  súbita retrospectiva— y los ojos abiertos  e iner-
  tes...  que  de pronto  parpadearon  y lo miraron  fijamente.
        Wyatt gritó y se  puso  en  pie de un  salto.
        —NO  está...  —dijo respirando  con  dificultad.  Tragó sa-
  liva y lo intentó  de nuevo—:  No está...  —miró  a la señora  Pre-
  zar  y se  calló  de nuevo.
        Hasta  aquel momento  no  había  tenido  ocasión  de ver  la
  mano  derecha  de la mujer. Sujetaba un  cuchillo.
        Tenía  la impresión  de haberlo  visto  antes.  Los  vendían
  en  estuches  de plástico transparente  en la ferretería  de Miller, en
  el mostrador  situado  a la izquierda de la puerta,  junto a las cha-
  quetas  de camuflaje.  Wyatt recordaba  uno  en  particular,  con
  cuchilla  de veinticinco  centímetros,  filo serrado  y acero  relu-
  ciente  como  un  espejo. Era posible, incluso,  que lo hubiera pe-
  dido para verlo  de cerca.  Era el que más a la vista  estaba.  Tam-
  bién recordó  ver  salir  a la señora  Prezar  de la tienda  con  un
  brazo  apretado  contra  el abrigo, y sin bolsa.
       Ella  se  dio cuenta  de que  la miraba  y apartó  la vista  de
  él para  posarla  en  sí misma  por  un  momento,  con  expresión
  de total  asombro,  como  si no  tuviera  ni idea  de cómo  había
  llegado  aquel objeto  a sus  manos.  Como  si, tal vez,  no  supie-




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