Page 225 - Fantasmas
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Joe HiLL
—Lo tiró —dijo la señora Prezar—. El hombre que nos
atacó. Yo no haría algo así, no haría daño a mis niños. El cu-
chillo... sólo lo cogí.
Wyatt consiguió ponerse de pie y dio un paso atrás se-
parándose de ella y tratando de no apoyarse en el pie dere-
cho, para que no se le mojara con las hojas del suelo. Quería
recuperar su tenis antes de echar a correr. La señora Prezar se
la ofrecía con un brazo extendido mientras el otro le colgaba
junto al cuerpo, todavía sosteniendo el cuchillo. Consciente
una vez más de cómo Wyatt la miraba, dirigió la vista hacia el
cuchillo y después hacia él mientras negaba lentamente con la
cabeza.
—Yo no lo haría —dijo, y dejó caer el cuchillo. Después
se inclinó hacia Wyatt y le ofreció su tenis—. Toma.
Wyatt se acercó un paso, cogió el tenis y se lo puso, aun-
que ella al principio no lo soltaba y, cuando lo hizo, fue para
agarrarlo del brazo. Le clavó las uñas en la delgada carne de la
muñeca haciéndole daño. Le asustó lo rápido que le había aga-
rrado y con qué fuerza lo hizo.
—NO he sido yo —dijo, mientras Wyatt trataba de libe-
rar su,brazo. Ella, con la otra mano, lo agarró de la chaqueta
y del suéter, manchándolo de sangre.
—¿Qué le vas a decir a la gente? —preguntó.
Tal era su pánico, que Wyatt no estaba seguro de haber-
la oído bien, pero no le importaba; lo único que quería era que
le soltara. Sus uñas le hacían daño, pero además le estaba lle-
nando de sangre, la mano, la muñeca, el suéter. Era una sensa-
ción pegajosa y desagradable, y por nada del mundo quería que
le siguiera manchando. Le agarró la mano izquierda por la mu-
ñeca e intentó que le soltara, apretó hasta que notó cómo los
huesos de su muñeca se separaban de las articulaciones. Ella
lloriqueaba y lo empujaba con la mano derecha en su hombro
y hundiéndole los dedos en la articulación. Él le apartó el hom-
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