Page 227 - Fantasmas
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Joe  HiLL



            —Ayuda —gritó por tercera  vez.
            Le escocía  la mejilla izquierda,  donde  ella le había araña-
      do, sobre  todo  en la comisura  del ojo.
            —Les  contaré  a todos  lo que ha hecho —dijo.
            La señora  Prezar  lo miró  un  momento  más;  después  se
      dio la vuelta  y echó  a correr.
            —Socorro  —gritaba—.  ¡Ayúdenme!
            Pensó  en correr  detrás  de ella y detenerla.  Sólo  que  no
      sabía  cómo  detenerla  si conseguía  alcanzarla,  así que  la dejó
      marchar.
            Dio unos  pasos  en  dirección  al coche,  apoyó el brazo  en
      la puerta  abierta  y descansó,  volcando  el peso  del cuerpo  con-
      tra  ella.  Se sentía  mareado.  La señora  Prezar  iba ya por el ca-
      mino,  su  silueta  negra  se  dibujaba  sobre  la pálida oscuridad
      del bosque.
            Wyatt permaneció  allí unos  breves  instantes,  jadeando.
      Después  bajó los ojos y vio a Baxter  mirándolo,  los ojos gran-
      des y redondos  en  su  cara  delgada y de huesos pequeños.  Wyatt
      vio, conmocionado,  cómo  el niño movía  la lengua alrededor  de
      la boca, como  si quisiera decir algo.
            El estómago  le dio un  vuelco  y las piernas  le empezaron
      a temblar  al mirar  al niño  otra  vez,  con  la cuchillada  en  la gar-
      ganta,  aquel tajo con  forma de anzuelo  que le empezaba detrás
      de la oreja derecha y le bajaba hasta justo debajo de la nuez.  Al
      observarlo,  Wyatt reparó  en  que la sangre  seguía manando  de
      su  herida  a borbotones  lentos  y espesos.  El asiento  bajo su
      cabeza  estaba  empapado  en  ella.
            Rodeó  la puerta  abierta  y se  inclinó  sobre  el niño.  Des-
      pués miró  si estaban  puestas  las llaves  de contacto,  pensó que

      tal vez  podría conducir  el coche  hasta la 17K y allí...  pero  no
      estaban  y no  sabía dónde  buscarlas.  La sangre...,  lo importan-
      te  en  una  situación  como  aquélla  era  detener  la hemorragia,
      lo había visto  por la televisión,  en  Urgencias.  Había  que  bus-



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