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Plow and Barrow, para invitar a Bill a jugar a los pulsos o al backgammon por una
                hora? ¿O tal vez de Freddie Firestone, el productor de El desván, por algún
                problema? Hasta una llamada equivocada.
                   ¿A qué la llevaban esos pensamientos?
                   Vaya, pues a la idea de que todo ese asunto de Derry y Mike Hanlon no era sino
                una alucinación. Una alucinación provocada por un principio de colapso nervioso.
                   "Pero las cicatrices, Audra, ¿cómo explicas lo de las cicatrices? Él tiene razón.
                No estaban allí... y ahora están. Eso es cierto y tú lo sabes."
                   --Cuéntame el resto -dijo-. ¿Quién mató a tu hermano George? ¿Qué hicieron tú
                y esos otros niños? ¿Qué prometieron?
                   Bill se acercó para arrodillarse delante de ella, como un pretendiente formal a
                punto de declararse, y le cogió las manos.
                   --Creo que podría decírtelo -empezó suavemente-. Creo que, si en verdad
                quisiera, podría. La mayor parte no la recuerdo siquiera ahora, pero una vez que
                comenzara a hablar, surgiría. Puedo sentir que esos recuerdos... esperan el
                momento de nacer. Son como nubes llenas de lluvia. Sólo que esta lluvia sería
                muy sucia. Las plantas que brotaran después de una lluvia así serían
                monstruosas. Tal vez pueda afrontarlo ahora con los otros...
                   --¿Están enterados?
                   --Mike dice que los llamó a todos. Cree que irán todos... salvo Stan, tal vez. Dijo
                que Stan había hablado de un modo extraño.
                   --A mí todo esto me parece extraño. Me estás asustando mucho, Bill.
                   --Lo siento -dijo él. La besó. Era como recibir un beso de un perfecto
                desconocido. Audra descubrió que odiaba a ese tal Mike Hanlon-. Me pareció
                mejor explicar todo lo que pudiera. Me pareció que era preferible a fugarse
                sigilosamente, en medio de la noche. Supongo que algunos de los otros lo harán
                así. Pero tengo que ir. Y creo que Stan irá, aunque haya hablado de un modo
                extraño. O tal vez es sólo porque a mí me parece imposible no acudir.
                   --¿Por lo de tu hermano?
                   Bill meneó lentamente la cabeza.
                   --Podría decirte que sí, pero sería una mentira. Lo quería. Sé que ha de sonarte
                extraño, pues acabo de decirte que llevaba veinte años sin pensar en él, pero
                quería endiabladamente a ese chico. -Sonrió-. Era un ciclón, pero yo lo quería,
                ¿sabes?
                   Audra, que tenía una hermana menor, asintió.
                   --Lo sé.
                   --Pero no es por George. No puedo explicar de qué se trata. Es... -Contempló la
                niebla matinal por la ventana-. Me siento como el pájaro ha de sentirse cuando
                llega el otoño y él sabe... sabe, de algún modo, que debe volar a su terruño. Es
                instinto, nena... Y creo que el instinto es el esqueleto que sostiene todas nuestras
                ideas sobre el libre albedrío. A menos que estés dispuesto a darte a las drogas, a
                tragarte el revólver o a caminar largamente por un muelle corto, no puedes decir
                que no a algunas cosas. No puedes impedir que pasen, así como no puedes estar
                en el campo de béisbol con un bate en la mano y dejar que la pelota te golpee.
                Tengo que ir. Esa promesa... la tengo en la mente como un anz-z-z-zuelo.
                   Ella se levantó para acercarse cuidadosamente, se sentía muy frágil, como si
                pudiera romperse. Le puso una mano en el hombro para hacerlo girar hacia ella.
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