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--Vamos, Audra. Sabes todo lo que me ha pasado en los últimos once años de
                mi vida. Cada operación, cada idea, cada resfriado, cada amigo, cada individuo
                que me haya tratado bien o mal. Sabes que me acostaba con Susan Browne.
                Sabes que a veces, cuando bebo, me pongo estúpido y pongo discos a un
                volumen exagerado.
                   --Especialmente los de Grateful Dead -dijo ella.
                   Él rió. Esta vez ella respondió a la sonrisa.
                   --Sabes también lo más importante: las cosas que deseo.
                   --Sí, creo que sí. Pero esto... -Hizo una pausa, sacudió la cabeza y caviló por un
                instante-. ¿Cómo se relaciona esta llamada con tu hermano, Bill?
                   --Deja que te lo diga a mi modo. Si me apresuras me verás en un enredo. Es tan
                grande... y tan... tan extrañamente horrible... que trato de llegar a eso
                sigilosamente. Ya ves... nunca se me ocurrió contarte lo de Georgie.
                   Ella lo miró con el entrecejo fruncido y sacudió la cabeza.
                   --Lo que trato de decirte, Audra, es que no he pensado en George desde hace
                veinte años o más.
                   --Pero me dijiste que tenías un hermano llamado...
                   --Repetía un dato, eso es todo. Su nombre era una palabra. No arrojaba sombra
                alguna en mi mente:
                   --Pero tal vez arrojaba una sombra en tus sueños -dijo Audra quedamente.
                   --¿Los quejidos? ¿Los llantos?
                   Ella asintió.
                   --Supongo que tienes razón -dijo él-. Casi con seguridad. Pero los sueños que
                uno no recuerda no cuentan, ¿verdad?
                   --¿Pretendes decirme que nunca pensaste en él?
                   --Exactamente.
                   Ella meneó la cabeza, incrédula.
                   --¿Ni siquiera en la forma horrible en que murió?
                   --Hasta hoy, no, Audra.
                   Ella lo miró y volvió a sacudir la cabeza.
                   --Antes de casarnos me preguntaste si tenía hermanos. Yo dije que mi único
                hermano había muerto cuando yo era niño. Sabías que mis padres ya no estaban.
                Y tienes tantos parientes que tu familia ocupaba todo tu campo de atención. Pero
                eso no es todo.
                   --¿A qué te refieres?
                   --No es sólo George lo que ha estado en ese agujero negro. Desde hace veinte
                años no he pensado en Derry en sí. Ni en los chicos que eran mis amigos: Eddie
                Kaspbrak; Richie la Boca; Stan Uris; Bev Marsh...
                   --Se mesó el pelo con una risa estremecida-. Es como tener un caso de amnesia
                tan grave que uno no se sabe amnésico. Y cuando llamó Mike Hanlon...
                   --¿Quién es Mike Hanlon?
                   --Otro de los chicos de la pandilla... la pandilla que formamos cuando murió
                Georgie. Claro que ya no es un chico. Ninguno de nosotros lo es. El que llamó era
                Mike. Dijo: "Hola, ¿hablo con la casa de Denbrough?" Yo dije: "Sí." Y él: "¿Bill?
                ¿Eres tú?" Y yo, "Sí." Y él dijo: "Soy Mike Hanlon." Para mí no quería decir nada,
                Audra, como si fuera un vendedor de enciclopedias. Y entonces agregó: "Desde
                Derry." Cuando dijo eso fue como si se abriera una puerta dentro de mí dejando
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