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Y dijo:
                   --Entonces llévame contigo.
                   La expresión de horror que se encendió en la cara de Bill (no porque ella le
                horrorizara, sino porque se horrorizaba por ella) fue tan cruda que Audra
                retrocedió, realmente asustada por primera vez.
                   --No -dijo él-. Ni lo pienses, Audra. Ni se te ocurra. Te quiero a más de tres mil
                kilómetros de Derry. Creo que Derry va a ser una ciudad muy peligrosa en las
                próximas dos semanas. Tienes que quedarte aquí, seguir trabajando y ofrecer
                disculpas en mi nombre. ¡Promételo!
                   --¿Tengo que prometer? -inquirió ella, sin dejar de mirarlo a los ojos-. ¿Tengo
                que prometerlo, Bill?
                   --Audra...
                   --Tú hiciste una promesa y mira en qué te has metido y en lo que me has metido
                también, porque soy tu esposa y te amo.
                   Las grandes manos de Bill le apretaron dolorosamente los hombros.
                   --¡Promételo! ¡Promételo! ¡Pp-pr...!
                   Y ella no pudo soportarlo. No pudo soportar esa palabra rota, atascada en su
                boca como un pez contorsionado.
                   --Está bien, lo prometo, lo prometo. -Estalló en lágrimas-. ¿Estás satisfecho?
                ¡Dios mío! Estás loco, todo esto es una locura, pero ¡lo prometo!
                   La rodeó con un brazo y la llevó al sofá. Le sirvió un coñac. Ella lo bebió a
                sorbos, dominándose poco a poco.
                   --¿Cuándo te vas?
                   --Hoy, en el Concorde. Llegaré a tiempo, si voy al aeropuerto en automóvil, en
                vez de tomar el tren. Freddie quería que estuviera en el set después de almorzar.
                Si tú vas a las nueve, no sabes nada, ¿comprendes?
                   Ella asintió, renuente.
                   --Estaré en Nueva York antes de que pase nada. Y en Derry antes de que se
                ponga el sol, con las debidas c-conexiones.
                   --¿Y cuándo te volveré a ver? -preguntó ella.
                   Él la abrazó con fuerza, pero no respondió a su pregunta.






                   Derry: El primer interludio.


                   A través de los años, ¿cuántos ojos humanos habían vislumbrado sus
                anatomías secretas?
                   Clive Barker, Books of Blood.


                   El fragmento siguiente y todos los otros fragmentos de Interludio han sido
                extraídos de Derry: una historia no autorizada de la ciudad, de Michael Hanlon. Se
                trata de una serie de notas inéditas y fragmentos de manuscritos adjuntos (que
                constituyen casi anotaciones en un diario), encontrada en la bóveda de la
                Biblioteca Pública de Derry. El título es el que figura escrito en la cubierta de la
                carpeta donde se guardaban estas notas antes de su publicación aquí. Sin
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