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2.

                   --¡Arreee! -gritó.
                   El viento le arrancó las palabras para llevárselas por sobre el hombro, como un
                estandarte arrebatado. Surgieron grandes y fuertes en un rugido triunfal. Eran las
                únicas palabras que siempre surgían.
                   Pedaleó por Kansas Street hacia el centro, cobrando velocidad poco a poco.
                Silver volaba una vez cobraba impulso, pero dárselo costaba bastante. Ver la
                bicicleta gris tomar velocidad era como observar un avión rodar por la pista. Al
                principio, uno no podía creer que semejante artefacto pudiera separarse de la
                tierra. La idea resultaba absurda. Pero después, antes de que uno se preguntara
                si sería un espejismo, el avión estaba en el aire, esbelto y gracioso como un
                sueño.
                   Así era Silver.
                   Bill inició un pequeño tramo colina abajo y comenzó a pedalear más deprisa, sus
                piernas bombeando arriba y abajo mientras se sostenía erguido sobre el cuadro
                de la bicicleta. Había aprendido muy pronto, tras haberse golpeado un par de
                veces con ese cuadro en el peor sitio en que un chico puede golpearse, a tirarse
                de los calzoncillos antes de subir a Silver. Más avanzado el verano, al contemplar
                ese procedimiento, Richie diría: "Bill hace eso porque piensa que, algún día,
                puede querer hijos. A mí me parece una mala idea, pero, bueno, a lo mejor salen a
                la mujer."
                   Él y Eddie habían bajado el asiento todo lo posible y ahora le raspaba la parte
                baja de la espalda mientras pedaleaba. Una mujer que desbrozaba su jardín se
                hizo visera con la mano para verlo pasar sonriendo. Aquel muchacho de la
                bicicleta enorme le hacía pensar en un mono que había visto en el circo Bailey
                montado en un monociclo. "Pero en cualquier momento se va a matar -pensó,
                volviendo a su jardín-. Esa bicicleta es demasiado grande para él." Pero no era
                cosa suya, claro.



                   3.

                   Bill había tenido el sentido común de no discutir con los gamberros cuando
                salieron de los matorrales, como cazadores tras el rastro de una bestia que ya
                hubiera atacado a uno de ellos. Eddie, sin embargo, no había contenido su lengua,
                por lo que Henry Bowers se desquitó con él.
                   Bill sabía muy bien quiénes eran; Henry, Belch y Victor eran los peores
                elementos de la escuela. Habían atizado un par de veces a Richie Tozier, con
                quien Bill solía charlar. A su modo de ver, había sido, en parte, culpa del propio
                Richie. No por nada lo llamaban Bocazas.
                   Un día de abril, cuando los tres pasaban por el patio del colegio, Richie dijo algo
                sobre sus cuellos subidos, como los usaba Vic Morrow en Combate. Bill, que
                estaba sentado contra el edificio jugando distraídamente con unas canicas, no
                había llegado a captarlo todo. Tampoco Henry y sus amigos... pero ellos habían
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