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más suspicacia que gratitud) de su bajo precio. La señora Kaspbrak, según el
señor Keene, era de las que no confían en las cosas baratas para curarse. Él
habría podido esquilmarla en cada compra de Hydrox para su hijo y a veces sentía
la tentación de hacerlo, pero ¿a qué participar en la estupidez de esa mujer?
Después de todo, él no pasaba hambre.
¿Barato? Claro que sí. Hydrox Vaporizador era maravillosamente barato, pero
hasta la señora Kaspbrak admitía que mitigaba bastante bien las crisis de asma de
su hijo, a pesar de eso. Era barato porque no era mas que una combinación de
hidrógeno y oxígeno, con un toque de alcanfor para dar al rocío un leve gusto a
medicina.
En otras palabras, el medicamento para el asma que usaba Eddie era agua de
grifo.
7.
Bill tardó más en el trayecto de regreso porque iba cuesta arriba. En varios
puntos tuvo que desmontar y llevar a Silver a pulso. No tenía la fuerza necesaria
para mantener la bicicleta en movimiento sobre las cuestas pronunciadas.
Para cuando hubo atado su bicicleta bajo el puente y regresado al arroyo, eran
ya las cuatro y diez. Le cruzaban por la mente todo tipo de suposiciones sombrías.
El chico Hanscom había desertado dejando morir a Eddie. Los gamberros habían
vuelto para rematarlos. O... peor aún... el hombre que se ocupaba de matar a los
chicos podía haberse apoderado de ellos. Tal como había cogido a George.
Sabía que eso había provocado muchos rumores y especulaciones. Bill
tartamudeaba, pero no era sordo (aunque la gente parecía creer que sí, porque él
hablaba sólo cuando era imprescindible). Algunos pensaban que el asesinato de
su hermano no tenía ninguna relación con los de Betty Ripsom, Cheryl Lamonica,
Matthew Clements y Veronica Grogan. Otros aseguraban que George, Ripsom y
lamonica habían muerto a manos de un hombre, mientras que los otros dos casos
eran obra de un imitador. Una tercera teoría sostenía que los varones habían sido
asesinados por un hombre; las chicas, por otro.
Bill creía que todos eran obra de la misma persona... si era una persona. A
veces lo dudaba. A veces se extrañaba de lo que sentía con respecto a Derry ese
verano. ¿Sería consecuencia de la muerte de George, del hecho de que sus
padres lo ignoraran, tan sumidos en el dolor por el hijo menor que no se daban
cuenta de que el mayor seguía con vida y estaba sufriendo? ¿Por todas esas
cosas combinadas con los otros asesinatos? ¿Por las voces que a veces parecían
hablarle en la cabeza, susurrándole (y, ciertamente, no eran variaciones de su
propia voz porque ésas no tartamudeaban), aconsejándole que hiciera ciertas
cosas y otras no? ¿Eran esas cosas las que le hacían ver a Derry de un modo
diferente? ¿Verla a veces amenazadora, con calles inexploradas que, en vez de
acoger, parecían bostezar en una especie de silencio ominoso? ¿Era eso lo que
hacía que algunas caras pareciesen enigmáticas y asustadas?
No lo sabía, pero estaba convencido -así como de que todas las muertes eran
obra de la misma mano- de que Derry había cambiado, y de que la muerte de su
hermano había señalado el principio de ese cambio. Las negras suposiciones que