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--Te voy a matar, capullo. No me vengas con mierdas. Seré tonto, pero soy
grandullón. Rompo nueces con la cabeza. Meo vinagre y cago cemento. Me llamo
Tocinillo Bowers y soy la polla jefe por estas partes de Derry.
Eddie se destornilló de risa, con las manos sujetándose el vientre. Ben estaba
doblado en dos, con la cabeza entre las rodillas, los ojos lagrimeantes y los mocos
pendiéndole de la nariz, riendo como desaforado.
Bill se sentó con ellos y poco a poco los tres se tranquilizaron.
--Algo hay de bueno en este asunto, después de todo -dijo Eddie, por fin-. Si
Bowers tiene que hacer el curso de recuperación, no lo veremos mucho por aquí.
--¿Vosotros soléis jugar en Los Barrens? -preguntó Ben.
Ni en mil años se le habría cruzado esa idea por la cabeza, con la mala fama
que tenían Los Barrens, pero ahora que estaba allí no le parecían tan malos. En
realidad, ese sector del barranco era muy agradable a esa hora, cuando la tarde
avanzaba lentamente hacia el crepúsculo.
--C-claro. Es guai. C-c-casi nonadie nos mo-molesta aq-q-quí. Bb-bowers y esos
otros no v-v-vienen nunca.
--¿Tú y Eddie?
--Y R-r-r...
Bill sacudió la cabeza. Cuando tartamudeaba, su rostro se contraía. De pronto,
Ben tuvo una idea rara: Bill no había tartamudeado ni una vez mientras imitaba a
Henry Bowers.
--¡Richie! -exclamó Bill. Hizo una pausa y prosiguió-: Richie T-tozier también s-s-
suele venir. Pero hoy t-ttenía que ayudar a su pa-pa-padre a limpiar la bu... bu-
bu...
--La buhardilla -completó Eddie y arrojó una piedra al agua. Plonc.
--Sí, lo conozco -dijo Ben-. ¿Venís mucho por aquí?
La idea lo fascinaba... y le hacía sentir una especie de estúpidas ansias.
--B-b-bastante -respondió Bill-. ¿Por qué no v-vienes ma-ma-mañana? Yyo y E-
edie est-t-tábamos tratando de hacer un d-d-dique.
Ben no pudo contestar. Estaba atónito, no sólo por el ofrecimiento, sino por el
aire espontáneo con que había sido hecho.
--A lo mejor deberíamos hacer otra cosa -sugirió Eddie-. Después de todo, el
dique no estaba funcionando demasiado bien.
Ben se levantó para bajar al arroyo sacudiéndose la tierra de sus enormes
fondillos. Todavía quedaban montones de pequeñas ramas a cada lado del arroyo,
pero cualquier otra cosa que hubieran puesto había sido arrastrada por el agua.
--Tendríais que conseguir tablas -dijo Ben-. Conseguir tablas y ponerlas una
frente a otra... como el pan de un sandwich.
Bill y Eddie lo miraban, intrigados. Ben se hincó sobre una rodilla.
--Mirad -explicó-: tablas aquí y aquí. Las hundís en el fondo, una frente a la otra.
¿Entendéis? Después, antes de que el agua pueda llevárselas, rellenáis el espacio
de en medio con rocas y arena...
--Relle-llenamos -dijo Bill.
--¿Eh?
--Que rell-llenamos contigo.
--Oh.