Page 163 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 163
Aquello estaba convirtiéndose en la conversación más interesante de las últimas
semanas.
--No sé. Si le crees a mi madre, puede pasarte cualquier cosa. -Eddie se volvió
hacia Ben-. Me lleva a las urgencias una o dos veces por mes. Detesto ese lugar.
Una vez, un enfermero le dijo que tendrían que cobrarle alquiler. Ella se enfadó.
--Vaya -dijo Ben-. ¿Y por qué no le dices que no? Algo como "¡Pero, mamá, si
estoy bien! Quiero quedarme a ver Caza submarina". Algo así.
--Ohhh -murmuró Eddie, incómodo.
--Tú te llamas Ben Ha-Ha-Hanscom, ¿no? -preguntó Bill.
--D-disculpa.
--Sí. Y tú Bill Denbrough.
--S-Sí. Y él es e-e-e-e...
--Eddie Kaspbrak -se presentó Eddie-. Detesto que tartamudees mi nombre, Bill.
Pareces Elmer Fudd.
--Bueno, encantado de conoceros -saludó Ben.
Sonó afeminado y algo tímido. Entre los tres se hizo el silencio. Pero no era un
silencio incómodo. En él se hicieron amigos.
--¿Por qué te perseguían esos tipos? -preguntó Eddie, al fin.
--S-siempre están pe-persiguiendo a alg-g-guien -observó Bill-. Odio a esos
follamadres.
Ben guardó silencio por un instante, sobre todo por admiración a Bill, por haber
usado lo que su madre solía llamar la peor palabra. Ben no había dicho nunca la
peor palabra en voz alta, aunque la había escrito (en letras pequeñas) en un poste
de teléfono, en la noche de Halloween, dos años atrás.
--Bowers se sentó junto a mí durante los exámenes -dijo luego-. Quería copiar
de mi trabajo. No lo dejé.
--Parece que quieres morir joven -dijo Eddie, admirado.
Bill el Tartaja estalló en una carcajada. Ben lo miró duramente, pero decidió que
no estaba riéndose de él y sonrió.
--Creo que sí -reconoció-. La cuestión es que ahora tiene que hacer el curso de
recuperación. Él y esos dos bastardos estaban esperándome, y así fueron las
cosas.
--P-p-parece que te hub-b-biera atrropellad-do un tren- observó Bill.
--Caí aquí abajo desde Kansas. Por la ladera.
Ben miró a Eddie-. Ahora que lo pienso, creo que nos vamos a encontrar en las
urgencias. Cuando mamá vea esta ropa, me va a llevar allí.
Esa vez, Bill y Eddie rompieron a reír al unísono y Ben los imitó. Le dolía la
barriga cuando se reía, pero igual rió, aguda y algo histéricamente. Al fin tuvo que
sentarse en el barranco y el ruido a burbuja reventada que hizo su trasero contra
la tierra le hizo reír otra vez. Le gustaba el sonido de su risa con la de ellos. Era un
sonido que nunca había oído: no el de risa mezclada (eso lo había oído muchas
veces) sino el de risa mezclada de la cual formaba parte la suya propia.
Miró a Bill Denbrough, que le sostuvo la mirada, y eso bastó para hacerles reír
otra vez.
Bill, se subió el cuello de la camisa y comenzó a caminar encorvado, con gesto
hosco y chulo. Su voz se hizo más grave: