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como ceñidas bandas de algas vivas. Su vista, aumentada por el terror, reparó en
la aleta, algo así como una cresta de gallo en la cabeza encorvada del monstruo.
Mientras las manos apretaban cortándole el aire, pudo ver que la luz de la farola
tomaba un tono verde ahumado al trasluz de esa membrana.
--No... eres... de verdad -jadeó.
Pero comprendió, vagamente, que aquel monstruo era real. Después de todo, lo
estaba matando.
Sin embargo, algo de raciocinio perduró hasta el mismo final. Mientras el
monstruo le clavaba las garras en el cuello, mientras su arteria carótida cedía, en
un chorro caliente e indoloro que manchó las escamas de reptil de aquella cosa,
las manos de Eddie tantearon el lomo de la bestia, buscando un hipotético cierre
de cremallera, y sólo cayeron cuando el monstruo le arrancó la cabeza de los
hombros, con un gruñido grave y satisfecho.
En tanto la imagen que Eddie tenía de Eso comenzaba a desvanecerse, Eso se
transformó prontamente en otra cosa.
4.
Sin poder dormir, acosado por las pesadillas, un niño llamado Michael Hanlon se
levantó poco después del alba en el primer día de vacaciones. Había una luz
pálida, arropada en una niebla densa y baja que se levantaría a eso de las ocho,
quitando la envoltura a un perfecto día de verano.
Pero eso sería más tarde. De momento, el mundo era todo gris y rosa, silencioso
como un gato en la alfombra.
Mike, vestido con pantalones de pana, camiseta y zapatillas de deporte negras,
bajó la escalera, desayunó un bol de cereales Wheaties (en realidad no le gustaba
esa marca, pero la había pedido por el regalo que traía la caja) y luego cogió su
bicicleta y se dirigió hacia la ciudad, circulando por las aceras debido a la niebla.
La niebla lo cambiaba todo convirtiendo los objetos comunes, como las bocas de
incendio y las señales de tráfico, en cosas misteriosas, extrañas y algo siniestras.
Los coches se dejaban oír pero no ver; gracias a la extraña cualidad acústica de la
niebla, uno no sabía si estaban lejos o cerca hasta que los veía aparecer, con
fantasmales halos de humedad alrededor de los faros.
Giró a la derecha por Jackson Street dejando el centro a un lado y luego cruzó
hacia Main por Palmer Lane; mientras pedaleaba por el callejón, de una sola
manzana, pasó ante la casa donde viviría cuando fuera adulto. No la miró. Era
sólo una vivienda pequeña, de dos plantas, con un garaje y un jardín pequeño. No
emitía vibraciones especiales para el niño que pasaría allí la mayor parte de su
vida adulta como propietario y único habitante.
En Main giró a la derecha y siguió hasta el parque Bassey, aún sin rumbo,
paseando, simplemente, para disfrutar la tranquilidad de la hora temprana. Una
vez dentro, desmontó de la bicicleta y caminó hacia el canal. No se le ocurrió, por
cierto, que sus sueños de la noche anterior tuvieran relación con la dirección de
sus pasos. Ni siquiera recordaba qué había soñado, sólo que un sueño había
seguido a otro hasta que despertó, a las cinco de la madrugada, sudoroso,