Page 189 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 189

Pero a Mike le gustaban la mayoría de lugares de Derry que su padre le hacía
                visitar. A los diez años, Will había logrado ya transmitirle su propio interés por los
                estratos de la historia de Derry. A veces, mientras deslizaba los dedos por la
                rugosa superficie donde se asentaba el baño de los pájaros o cuando se
                agachaba para inspeccionar las vías de tranvías, entonces le asaltaba una
                profunda sensación de tiempo: el tiempo como algo real, como algo que tenía un
                peso invisible, así como la luz del sol, supuestamente, tenía peso (algunos de los
                chicos, en la escuela, se habían reído al decirles eso a la señora Greengus, pero
                Mike se sentía demasiado aturdido por el concepto como para reír. Su primer
                pensamiento fue "¿La luz tiene peso? Oh, Dios, eso es terrible"). El tiempo, como
                algo que, tarde o temprano, lo enterraría.
                   La primera nota que le dejó su padre, aquella primavera de 1958, estaba
                garabateada en el dorso de un sobre y sujeta bajo un salero. El aire tenía una
                dulce tibieza primaveral y su madre había abierto todas las ventanas. "No hay
                tareas -decía la nota-. Si quieres, ve en bicicleta por Pasture Road. Verás, a la
                izquierda, un montón de escombros y maquinarias viejas. Echa un vistazo y trae
                un recuerdo. ¡No te acerques al sótano! Y vuelve antes del oscurecer. Ya sabes
                por qué."
                   Mike sabía por qué, claro que sí.
                   Dijo a su madre a dónde iba y ella frunció el ceño.
                   --¿Por qué no preguntas a Randy Robinson si puede ir contigo?
                   --Sí, bueno. Pasaré a preguntarle -dijo Mike.
                   Lo hizo, pero Randy había ido con su padre a Bangor para comprar semillas de
                patatas. Así que Mike siguió en su bicicleta solo, hasta Pasture Road. Era un
                trayecto largo: algo más de seis kilómetros. Mike calculó que eran las tres cuando
                apoyó la bicicleta contra la vieja cerca de madera, al costado izquierdo de Pasture
                Road, y trepó por ella. Tendría una hora para explorar, antes de iniciar el regreso.
                Habitualmente, su madre no se enfadaba siempre que estuviese de regreso a las
                seis, hora en que servía la cena, pero un episodio memorable le había enseñado
                que ese año las cosas eran distintas. En la única ocasión en que llegó tarde a
                cenar, encontró a su madre casi histérica. Lo azoto con el paño de secar los
                platos, mientras el chico permanecía boquiabierto ante la puerta de la cocina, con
                la trucha en el cestito, a sus pies.
                   --¡No vuelvas a darme semejantes sustos! -gritó la madre-. ¡Nunca más, nunca
                más!
                   Cada nunca más era acentuado por otro azote con el paño de cocina. Mike
                esperaba que su padre interviniera para interrumpir aquello, pero Will no lo hizo.
                Tal vez sabía que, si se entrometía, ella volcaría también contra él su furia de gata
                salvaje. Y Mike aprendió la lección; sólo hizo falta una azotaina con el trapo de los
                platos. En casa antes del oscurecer.
                   Cruzó el terreno hacia las titánicas ruinas que se levantaban en el centro. Eran,
                por supuesto, los restos de la fundición Kitchener. Aunque él había pasado por allí,
                nunca se le hubiera ocurrido explorarlas y tampoco había sabido de ningún chico
                que lo hiciera. En ese momento, al agacharse para examinar algunos ladrillos
                tumbados que formaban un tosco mojón, creyó comprender el motivo. El terreno
                estaba soleado de una forma deslumbrante, bañado por el sol de primavera
                (ocasionalmente, al pasar una nube frente al sol, una gran persiana de sombras
   184   185   186   187   188   189   190   191   192   193   194